El tesoro de la amistad



Había una vez dos amigas llamadas Victoria y Olivia. Eran inseparables y siempre estaban dispuestas a vivir aventuras juntas. Un día soleado, decidieron ir a la plaza para disfrutar del aire libre y jugar en los columpios.

Cuando llegaron a la plaza, se dieron cuenta de que el cielo estaba lleno de nubes oscuras. Victoria, con su espíritu optimista, dijo: "No te preocupes, Olivia. Seguro que el sol aparecerá pronto".

Y justo en ese momento, las nubes comenzaron a desaparecer y un hermoso arco iris apareció en el horizonte. Las dos amigas corrieron emocionadas hacia donde se encontraba el arco iris. Se pararon debajo de él y miraron maravilladas sus hermosos colores brillantes.

"¡Es tan bonito!", exclamó Victoria con asombro. Olivia sonrió y le preguntó: "Victoria, ¿sabías que dicen que al final del arco iris hay un tesoro escondido?".

Los ojos de Victoria se iluminaron aún más ante esa idea emocionante. Decidieron emprender la búsqueda del tesoro juntas. Caminaron por un sendero colorido siguiendo las indicaciones que les iba dando el arco iris.

Cada vez que creían estar cerca del tesoro, encontraban pistas nuevas que las llevaban más lejos. Pero no se desanimaban; seguían con entusiasmo porque sabían que al final valdría la pena. Después de mucho caminar y buscar entre arbustos y árboles altos, llegaron a una pequeña cascada cristalina rodeada de flores hermosas.

En ese momento, el arco iris desapareció y en su lugar apareció un hada mágica.

El hada les dijo: "Queridas amigas, no hay un tesoro material al final del arco iris, pero lo que han encontrado es aún más valioso: la amistad y la alegría de vivir aventuras juntas". Victoria y Olivia se miraron con una sonrisa en sus rostros. Entendieron el mensaje del hada y se abrazaron emocionadas.

No necesitaban ningún tesoro externo porque ya tenían todo lo que necesitaban el uno al otro. Desde ese día, Victoria y Olivia siguieron siendo las mejores amigas del mundo. Cada vez que veían un arco iris, recordaban la importancia de la amistad verdadera y disfrutaban cada momento juntas.

Y así, con su espíritu alegre y su bondad incondicional, Victoria continuó llenando de color los días grises mientras Olivia le recordaba siempre que el mayor tesoro estaba en su corazón. Fin.

FIN.

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