El Tesoro de la Amistad


Había una vez un pequeño niño llamado Ciro, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Ciro era muy curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras exploraba el bosque cercano a su casa, se encontró con dos amigos: Fernando y Ezequiel. Fernando era un chico alto y atlético, siempre dispuesto a probar cosas nuevas. Ezequiel, por otro lado, era más tranquilo y reflexivo. Juntos formaban un trío perfecto para enfrentar cualquier desafío.

Un día, los tres amigos decidieron ir en busca de un tesoro escondido en la Montaña del Dragón. Según la leyenda local, aquel que encontrara el tesoro sería recompensado con riquezas infinitas.

Con mochilas llenas de provisiones y mapas en mano, los tres amigos comenzaron su viaje hacia la montaña. El camino no fue fácil; tuvieron que atravesar ríos caudalosos y escalar empinadas colinas. Pero ninguno de ellos se dio por vencido.

"¡Vamos chicos! ¡Estamos cada vez más cerca!"- animaba Ciro mientras subían una colina rocosa. Al llegar a la cima de la montaña, quedaron asombrados al ver el majestuoso paisaje ante sus ojos.

En lo alto había una cueva oscura y misteriosa donde supuestamente se encontraba el tesoro. Sin pensarlo dos veces, entraron cautelosamente en la cueva guiándose por las antorchas que llevaban consigo. El aire era húmedo y olía a tierra vieja.

De repente, escucharon un ruido proveniente de lo profundo de la cueva. "¡Escuché algo! ¡Se acerca!"- exclamó Ezequiel con voz temblorosa. De repente, un pequeño ratón salió corriendo desde una esquina y se les acercó. Parecía asustado y perdido.

"¿Qué haces aquí solito, amiguito?"- preguntó Fernando mientras extendía su mano hacia el ratón. El ratón parecía entender sus palabras y saltó a la mano de Fernando. Era tan pequeño que cabía perfectamente en su palma.

Los tres amigos se miraron sorprendidos y sonrieron al ver al nuevo integrante de su grupo. Decidieron llamarlo "Ratón" y continuar juntos en busca del tesoro.

Avanzaron más adentro de la cueva hasta llegar a una gran sala llena de tesoros brillantes: monedas, joyas y objetos valiosos estaban dispuestos frente a ellos. Pero antes de tocar cualquier cosa, Ciro recordó una historia que le había contado su abuelo sobre la importancia del respeto por los demás y la generosidad.

"Chicos, creo que no debemos llevarnos todo esto para nosotros solos. Podríamos compartirlo con los demás o utilizarlo para ayudar a quienes más lo necesitan"- sugirió Ciro con determinación en sus ojos.

Sus amigos asintieron y comenzaron a planear cómo usarían el tesoro para hacer el bien en su pueblo. Decidieron construir una biblioteca pública donde todos pudieran acceder a libros e información sin costo alguno. Con mucho esfuerzo, lograron llevar los tesoros a su pueblo y construir la biblioteca.

La inauguración fue un gran éxito, con niños y adultos disfrutando de la magia de los libros.

La aventura de El Pequeño Ciro junto a Fernando, Ezequiel y Ratón demostró que el verdadero tesoro no se encuentra en objetos materiales, sino en el amor, la amistad y la generosidad hacia los demás. Y así, Ciro aprendió que las mejores aventuras son aquellas que nos enseñan importantes lecciones de vida.

Juntos, él y sus amigos continuaron explorando nuevos horizontes, siempre dispuestos a ayudar a quienes más lo necesitaban.

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