El Tesoro del Mar



Era un hermoso día de verano cuando Edalynn decidió ir a la playa con su abuela Idaly. El sol brillaba en el cielo y el sonido de las olas las invitaba a disfrutar de la jornada. En cuanto llegaron, Edalynn corrió hacia la arena, mientras Idaly se acomodaba en una reposera.

"¡Mirá abu, cómo brilla el mar!" -exclamó Edalynn, jugando con la espuma de las olas.

"Es hermoso, querida. Asegúrate de no alejarte demasiado" -le respondió Idaly con una sonrisa.

Edalynn, entusiasmada, empezó a construir un castillo de arena. Después de un rato, se aburrió un poco y decidió explorar más lejos, donde la marea había dejado al descubierto algunas piedras y conchas.

Mientras caminaba, Edalynn notó algo brillante entre las rocas.

"¡Abu, vení! ¡Creo que encontré algo!" -gritó, llena de curiosidad.

Idaly se levantó de su reposera y se acercó rápidamente. Cuando llegó, Edalynn había desenterrado una caja de madera que, aunque estaba un poco desgastada, parecía muy antigua.

"¿Qué será esto?" -preguntó Idaly, mirando con asombro.

"Abrila, abrila, abu!" -exclamó Edalynn, saltando de alegría.

Con manos temblorosas, Idaly abrió la caja. Dentro había monedas brillantes de oro y piedras preciosas que resplandecían bajo la luz del sol.

"¡Es un tesoro!" -gritó Edalynn, emocionada.

"Tienes razón, pequeña. Pero, ¿qué vamos a hacer con él?" -respondió Idaly, pensativa.

"Podemos quedárnoslo y comprar un montón de cosas..." -sugirió Edalynn.

Idaly la miró fijamente y le dijo:

"Eso sería muy egoísta. Este tesoro pertenece al mar y, quizás, a alguien que lo haya perdido hace mucho tiempo. Lo mejor que podemos hacer es entregarlo a las autoridades para que puedan encontrar a su dueño."

Edalynn frunció el ceño; no le gustaba la idea de perder su tesoro.

"Pero, abu, ¡será tan divertido gastar todo ese oro!" -protestó, aunque empezó a entender lo que decía su abuela.

Idaly se agachó y tomó la mano de Edalynn.

"Escuchame, amor. A veces lo más valioso no es lo que tenemos, sino lo que hacemos con lo que encontramos. Imagina a alguien que lo perdió y cómo se sentiría si supiera que su tesoro fue encontrado y devuelto."

Edalynn pensó en la tristeza de perder algo tan valioso. Esa idea comenzó a cambiar su perspectiva.

"Está bien, abu. ¡Hagámoslo!" -respondió, sintiendo que ayudaba a alguien más.

Juntas, llevaron la caja a la oficina de la playa, donde hablaban los guardavidas. Les contaron cómo habían encontrado el tesoro y qué planes tenían. El guardavidas, sorprendido, las felicitó por su honestidad.

"Esto es muy generoso de su parte. Muchas personas no harían lo mismo" -les dijo con una gran sonrisa.

"Solo queremos ayudar a encontrar al dueño" -respondió Edalynn, con una gran satisfacción.

El guardavidas prometió que harían todo lo posible por averiguar a quién pertenecía la caja. Idaly y Edalynn se fueron a casa con una sensación de alegría y orgullo, sabiendo que habían hecho lo correcto.

"Tal vez no tengamos un tesoro material, pero hicimos algo valioso hoy" -dijo Idaly.

"Sí, abu. Y también aprendí que el verdadero tesoro es compartir y ayudar a los demás" -concluyó Edalynn, sonriendo.

Desde ese día, Edalynn siempre recordaría que la verdadera riqueza no estaba en las monedas de oro, sino en el buen corazón que podemos ofrecer a quienes lo necesitan. Y siempre que iban a la playa, buscaban más tesoros... pero de los que valen la pena encontrar con el alma.

El verano se convirtió en el momento perfecto para crear historias de amistad, honestidad y amor familiar, y cada día Edalynn se sentía más feliz de tener a su abuela Idaly a su lado, compartiendo aventuras inolvidables.

FIN.

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