El Último Cuentito de Sofía



Era un día soleado en el barrio de Villa Esperanza. Sofía, una niña de diez años, estaba sentada en su rincón favorito del jardín, rodeada de flores coloridas y mariposas que danzaban a su alrededor. Con un libro de cuentos en sus manos, miraba la portada desgastada. Le quedaba solo un cuentito por leer.

- ¡No puedo creer que ya haya terminado todos los demás! - decía Sofía, con un suspiro de tristeza. - Este libro ha sido mi compañero en tantas aventuras.

Su madre, que estaba regando las plantas, la escuchó y se acercó.

- ¿Qué sucede, querida? - preguntó amable.

- Me queda solo un cuentito, y no quiero que se termine. - respondió Sofía.

- A veces, los finales no son el fin de la diversión, sino solo un nuevo comienzo. - dijo su mamá, sonriendo.

Intrigada, Sofía miró a su madre.

- ¿Qué quieres decir? -

- Vamos a descubrirlo. ¿Qué te parece si hacemos un juego? - propuso.

- ¿Un juego? ¿De qué se trata? -

- Te contaré una historia, pero debes ayudarme a inventarla.

- ¡Me encantaría! - exclamó Sofía, iluminándose.

Así fue como su madre comenzó a contarle:

- Érase una vez en un bosque encantado, un pequeño duende que había perdido su magia.

- ¿Cómo se llama el duende? - preguntó Sofía.

- Su nombre es Nino. - contestó la mamá.

- ¿Y cómo perdió su magia? - siguió Sofía, cada vez más entusiasmada.

- Una tarde decidió hacer una travesura, pero accidentalmente dejó escapar un rayo de magia que se perdió para siempre. - explicó.

- ¡Ay, no! - dijo Sofía preocupada.

- Pero no todo está perdido. A Nino le dijeron que solo hay una forma de recuperar su magia. - continuó la madre.

- ¿Cuál es? - inquirió Sofía.

- Tiene que encontrar una flor mágica que crece en la cima de una montaña.

- ¡Vamos, Nino! - animó Sofía mientras cerraba los ojos imaginándose en la historia.

- Nuestro duende comienza la aventura, se encuentra con un río que no lo deja pasar. -

- ¿Y qué hace? - preguntó Sofía, muy concentrada.

- Nino se sienta y empieza a pensar. Al fin, se le ocurre pedir ayuda a los peces que nadan en el río. -

- ¡Genial! - dijo Sofía.

- Los peces están entusiasmados, y juntos hacen una cadena humana para ayudar a Nino. -

- ¡Eso es, le ayudan a cruzar! - agregó Sofía.

- Una vez que cruza, Nino se encuentra con un dragón que parece custodiar la flor mágica. -

- ¡Ay, no! ¿Y ahora? - Sofía se sorprendió.

- Nino no tiene miedo y se acerca al dragón.

- ¡Eso es muy valiente! - replica Sofía.

- Le pregunta al dragón: - ¿Por qué custodian la flor? -

- ¿Y qué responde? -

- El dragón le dice que la flor pertenece a todos. Y que se debe cuidar con amor. -

- ¿Entonces puede tomarla?

- Nino le explica por qué necesita la flor y el dragón, conmovido por su valentía, decide dejarlo pasar. -

- ¡Qué emocionante! - decía Sofía entusiasmada.

- Finalmente, Nino recoge la flor y, al hacerlo, recupera su magia.

- ¡Yupi! - gritó Sofía entusiasmada.

- Pero no solo eso. Al regresar, Nino decide compartir su magia con los demás duendes del bosque. -

- ¡Es una gran lección, compartir es importante! - explicó Sofía, reflexionando sobre la historia.

- Exacto. A veces el final no es lo que importa, sino lo que hacemos con lo que hemos aprendido. - concluyó la madre.

- ¡Esto fue muy divertido! Quizás el último cuentito solo sea el comienzo de muchas más historias. - dijo Sofía con una sonrisa de oreja a oreja.

Sofía se dio cuenta de que, aunque su libro se estaba terminando, su imaginación era infinita. Juntas, decidieron escribir sus propias aventuras en el jardín, llenándolo de nuevos personajes y relatos. Porque siempre hay nuevos comienzos, tan solo hay que atreverse a soñar.

Desde entonces, Sofía aprendió que los finales pueden abrir puertas a nuevas historias. Y así, con lápiz y papel, empezó a crear su propio libro, lleno de sueños y magia, listo para ser contado. Y así, el cuento de Sofía nunca realmente terminó.

FIN.

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