El valor de la amistad



Había una vez un niño llamado Martín que asistía a la escuela todos los días. Martín era inteligente y amable, pero a veces se sentía triste, feliz, enojado, temeroso y disgustado.

Un día, mientras Martín jugaba en el patio de recreo, su amigo Tomás se acercó corriendo hacia él. Tomás notó que algo le pasaba a Martín y decidió preguntarle qué le ocurría. "Hola Martín, ¿qué te pasa? Pareces triste", dijo Tomás preocupado.

Martín suspiró y respondió: "Sí, estoy un poco triste hoy. Me olvidé mi merienda en casa y ahora tengo mucha hambre". Tomás sonrió y sacó una manzana de su mochila. "No te preocupes amigo, aquí tienes una manzana para que puedas comer".

Martín se sintió muy feliz al recibir la manzana de su amigo. Comenzaron a jugar juntos en el patio de recreo y pronto ambos estaban riendo sin parar. Sin embargo, después del recreo llegó la clase de matemáticas.

A Martín no le gustaba mucho esa materia porque siempre encontraba difícil entenderla. Se sentía enojado consigo mismo por no ser tan bueno como los demás niños. "¡Estoy tan frustrado! No entiendo estos números", exclamó Martín molesto.

Tomás se acercó a él con calma y dijo: "Todos tenemos dificultades alguna vez. ¡No te rindas! Estoy seguro de que puedes hacerlo si lo intentas". Martín respiró hondo y siguió el consejo de Tomás.

Poco a poco, comenzó a entender los problemas de matemáticas y se sintió orgulloso de sí mismo. Sin embargo, la felicidad de Martín no duró mucho. Durante el recreo, vio un perro grande y temible en el patio.

El miedo se apoderó de él y no sabía qué hacer. Tomás notó la expresión de terror en el rostro de Martín y se acercó rápidamente. "No te preocupes, Martín. Ese perro es amigable. Lo conozco bien", dijo Tomás tranquilizadoramente.

Martín confió en su amigo y juntos fueron a acariciar al perro. Pronto descubrieron que era juguetón y cariñoso, lo cual les quitó todos sus temores.

Al final del día, cuando regresaban a casa juntos, Martín le contó a Tomás sobre una pelea que tuvo con otro niño en la escuela. Estaba disgustado por cómo habían terminado las cosas entre ellos. Tomás escuchó atentamente y luego dijo: "A veces las peleas ocurren, pero es importante aprender a resolverlas pacíficamente.

Puedes disculparte con ese niño mañana". Martín reflexionó sobre las palabras de su amigo y decidió seguir su consejo al día siguiente. Se disculpó sinceramente con el otro niño y ambos terminaron siendo amigos nuevamente.

Desde ese día, Martín aprendió que está bien sentir diferentes emociones durante la escuela: tristeza, felicidad, enojo, miedo o disgusto. Pero también aprendió que compartir sus sentimientos con un buen amigo como Tomás puede ayudarlo a superar cualquier dificultad.

Martín se dio cuenta de la importancia de apoyarse mutuamente y estar allí para los demás. Y así, juntos, Martín y Tomás vivieron muchas aventuras en la escuela, siempre dispuestos a escuchar y ayudarse el uno al otro.

FIN.

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