El valor de la humildad



Había una vez un pequeño pueblo llamado Alegría, donde vivían todos los habitantes más amables y alegres del mundo. Pero en medio de tanta felicidad, existía un personaje muy peculiar llamado Pertinaz.

Pertinaz era bizarro, con su ropa siempre llena de colores extravagantes y su peinado desordenado. Era vacuo, ya que solo le interesaba hablar de sí mismo y no prestaba atención a los demás.

Además, era megalómano, creyendo que él era el ser más importante del universo. Y para completar sus rarezas, era misántropo, evitando cualquier tipo de contacto social. Un día soleado, mientras Pertinaz caminaba por las calles solitarias del pueblo, se encontró con un cartel que decía: "Concurso de Talento".

Intrigado por la idea de mostrar su increíble habilidad para resolver acertijos matemáticos complicados en segundos, decidió participar. El día del concurso llegó y Pertinaz estaba nervioso pero confiado en su victoria segura.

Al llegar al escenario lleno de niños talentosos y sonrientes, notó algo extraño: ¡los jueces eran animales parlanchines! Había un perro inteligente llamado Maxi y una gata sabia llamada Sofi. "¡Bienvenidos al Concurso de Talento!", anunciaron Maxi y Sofi al unísono.

"¿Quién será el primero en demostrar sus habilidades?", preguntaron curiosos. Pertinaz levantó la mano rápidamente "¡Yo! ¡Yo quiero ser el primero!"- exclamó confiado. Los jueces asintieron y le dieron un acertijo difícil de resolver.

Pero Pertinaz, confiado en su inteligencia, respondió rápidamente con una sonrisa triunfante. "¡La respuesta es 47!"- dijo con seguridad. Maxi y Sofi se miraron sorprendidos. "Lo siento Pertinaz, pero la respuesta correcta es 23", respondió Maxi. Pertinaz no podía creerlo.

Se sentía avergonzado frente a todos los niños que lo miraban expectantes. Su ego estaba herido y decidió abandonar el escenario sin decir una palabra más. Después del concurso, Pertinaz se encerró en su casa, sintiéndose derrotado y triste por primera vez en mucho tiempo.

Pero mientras estaba sumido en sus pensamientos oscuros, escuchó un ruido proveniente de afuera: era Sofi la gata sabia que venía a visitarlo. "Pertinaz, sé que eres especial y tienes talentos únicos", dijo Sofi con ternura.

"Pero nadie puede ser perfecto en todo. A veces necesitamos aprender de nuestros errores para crecer". Las palabras de Sofi resonaron en el corazón de Pertinaz.

Comenzó a reflexionar sobre cómo había sido arrogante y egoísta al pensar que siempre tenía la razón. Decidió salir de su encierro y regresar al pueblo para disculparse con todos los niños a quienes había ignorado durante tanto tiempo. Para su sorpresa, fue recibido con abrazos y sonrisas cálidas por parte de los pequeños.

A partir de ese día, Pertinaz decidió cambiar su actitud. Comenzó a escuchar a los demás, a interesarse por sus historias y talentos.

Descubrió que había mucho que aprender de cada persona y que la verdadera felicidad se encontraba en compartir momentos especiales con los demás. Con el tiempo, Pertinaz se convirtió en un ser humano mucho más amable y generoso.

Ayudó a construir una biblioteca para el pueblo, donde todos podían disfrutar de las historias e imaginación. Y así, Pertinaz aprendió la lección más importante: que no importa cuán talentoso o inteligente seas, lo verdaderamente valioso es tener un corazón abierto y dispuesto a aprender de los demás.

Desde aquel día, Alegría se llenó aún más de risas y sonrisas gracias al cambio positivo de Pertinaz. Y todos los niños del pueblo aprendieron que la verdadera grandeza radica en la humildad y el respeto hacia los demás. Fin

FIN.

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