El valor de la perseverancia



Había una vez un niño llamado Tomás, a quien se le dificultaba mucho escribir correctamente. Cada vez que intentaba plasmar sus ideas en papel, las letras se mezclaban y sus palabras parecían un enredo. La maestra, la Sra. Martínez, había notado el esfuerzo de Tomás, pero había cometido el error de reprenderlo por sus errores y ponerle malas notas.

Un día, al regresar a casa, Tomás le mostró a sus padres su último examen de ortografía. Al leer la nota, la mamá frunció el ceño y el papá se mostró sorprendido. -¿Cómo es posible que hayas sacado tan baja nota en ortografía, Tomás? -preguntó su papá, con voz firme. -Lo siento, papá, lo intenté, de verdad lo intenté, pero las palabras no salen como yo quiero - respondió Tomás con un nudo en la garganta.

Sus padres, al ver la tristeza en los ojos de su hijo, decidieron hacer algo al respecto. Buscaron ayuda de un especialista en pedagogía y juntos descubrieron que Tomás tenía dislexia, un trastorno que dificultaba la lectura y escritura. Armados con esta nueva información, los padres se reunieron con la maestra y le explicaron la situación. Juntos, acordaron trabajar en conjunto para ayudar a Tomás a superar su dificultad.

La Sra. Martínez, conmovida por la determinación de Tomás y el apoyo de sus padres, cambió su enfoque. En lugar de regañar a Tomás, le brindó apoyo adicional y lo animó a practicar un poco cada día. Los padres, por su parte, lo alentaron y celebraron cada pequeño logro. Con el tiempo, Tomás comenzó a mejorar su escritura, a medida que la comprensión y empatía de su maestra y padres le daban la confianza que necesitaba para perseverar.

Finalmente, el día del siguiente examen de ortografía, Tomás sintió que estaba mejorando. Después de corregir todos los exámenes, la Sra. Martínez llamó a Tomás al frente de la clase y anunció que había sacado la mejor nota de la clase. Tomás estaba abrumado por la emoción y sus ojos se llenaron de lágrimas. La maestra lo felicitó y todos los compañeros de clase lo aplaudieron. Tomás sintió un gran orgullo y sus padres, en la puerta del aula, le esperaban con una enorme sonrisa.

A partir de ese día, Tomás supo que con esfuerzo, apoyo y determinación, se podía superar cualquier obstáculo. Descubrió que sus dificultades no eran un impedimento para lograr sus metas, sino un desafío que podía superar con valentía y constancia.

FIN.

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