El valor de los abrazos
Había una vez un niño llamado Lucas, quien siempre estaba rodeado de juguetes y cosas materiales, pero se sentía triste porque le faltaba algo muy importante: cariñitos.
Aunque sus padres lo querían mucho, estaban tan ocupados con su trabajo que no tenían mucho tiempo para dedicarle. Un día, mientras paseaba por el parque, Lucas vio a un grupo de niños riendo y jugando juntos. Se acercó tímidamente y les preguntó si podía unirse a ellos.
Los niños aceptaron encantados y pronto Lucas se convirtió en parte de su pandilla. Juntos pasaban tardes enteras trepando árboles, construyendo fuertes de mantas y corriendo por el césped.
Pero lo más importante era que Lucas descubrió algo maravilloso: los abrazos y cariños que tanto anhelaba estaban ahí todo el tiempo. Una tarde mientras jugaban al escondite, uno de los niños encontró a Lucas escondido detrás de un arbusto sollozando. Al acercarse, le preguntaron qué le pasaba.
Con lágrimas en los ojos, Lucas explicó que extrañaba mucho los mimos de sus papás. Los otros niños comprendieron su tristeza y decidieron hacer algo especial para él.
Organizaron una "Carrera de Cariñitos" donde cada uno tenía que darle a Lucas el mejor abrazo posible al cruzar la línea de meta. Lucas estaba emocionado ante la idea y esperó ansioso en la meta mientras los demás se preparaban para correr hacia él.
Cuando llegó el momento, todos salieron disparados hacia Lucas, dándole abrazos llenos de amor y cariño. Lucas sintió cómo su corazón se llenaba de alegría. Los abrazos eran tan cálidos y reconfortantes que se olvidó por completo de su tristeza.
No importaba si sus papás no podían darle tantos cariñitos como él quería, porque ahora tenía a sus amigos dispuestos a abrazarlo siempre que lo necesitara.
Desde ese día, Lucas aprendió una valiosa lección: el verdadero amor y la amistad están en las personas que te rodean, no en las cosas materiales. Comprendió que los cariñitos pueden venir de diferentes formas y lugares, y que lo importante es estar abierto para recibirlos.
A partir de entonces, Lucas se convirtió en un niño más feliz y seguro de sí mismo. Valoraba cada momento con sus amigos y les recordaba constantemente lo importantes que eran para él.
Y así fue como Lucas descubrió que los cariñitos no solo vienen de los padres, sino también de aquellos seres especiales que nos rodean todos los días.
FIN.