El viaje de Isla hacia el corazón


Había una vez un niño llamado Isla que vivía en una casa grande y colorida con su familia. Un día, mientras jugaba en el patio trasero, descubrió un charco misterioso.

Sin pensarlo dos veces, decidió entrar en él y de repente ¡zas! se encontró en un mundo totalmente diferente. En este nuevo lugar todo estaba al revés: los árboles tenían las raíces hacia arriba, los pájaros volaban hacia abajo y hasta el sol parecía salir por el oeste.

Isla estaba sorprendido y emocionado al mismo tiempo. Todo era tan extraño y fascinante que no podía dejar de explorar. Isla conoció a criaturas peculiares como el Conejo Parlanchín, quien hablaba al revés pero entendía perfectamente a Isla.

Juntos recorrieron bosques invertidos, ríos que fluían hacia arriba y montañas que descendían al cielo. A pesar de la diversión, Isla comenzó a sentir nostalgia por su hogar.

Un día, mientras caminaban por un campo de flores que cantaban melodías al revés, Isla le confesó al Conejo Parlanchín: "Echo de menos mi casa". El conejo lo miró con ternura y le dijo: "-A veces anhelamos lo desconocido sin valorar lo que tenemos cerca".

Estas palabras resonaron en la mente de Isla mientras seguían su travesía inversa.

Poco a poco empezó a darse cuenta de todas las cosas maravillosas que tenía en su hogar: el amor de su familia, sus amigos del barrio, su habitación llena de juguetes y libros. Con cada paso hacia atrás en ese mundo del revés, Isla sentía más fuerte el deseo de regresar a casa. Finalmente llegaron nuevamente al charco mágico donde todo comenzó.

Con un salto valiente, Isla emergió del agua y se encontró de vuelta en su patio trasero. Al ver su casa familiar frente a él, sintió una mezcla de alegría y gratitud.

Corrió hacia la puerta principal donde su madre lo esperaba con una sonrisa cálida. "-¡Isla! ¡Qué bueno verte! ¿Cómo estuvo tu aventura?", preguntó ella.

Isla abrazó a su madre con fuerza y respondió: "-Fue increíble estar en ese mundo del revés, pero me di cuenta de que lo mejor está aquí contigo". Desde ese día, Isla supo apreciar cada momento junto a su familia y valorar todo lo bueno que tenía en su vida.

Y así termina la historia del niño llamado Isla quien aprendió que muchas veces lo más preciado está justo frente a nuestros ojos si sabemos apreciarlo.

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