El viaje de Juan Ersaun
Había una vez, en un gran lago rodeado de hermosos nenúfares y coloridas flores, vivía Juan Ersaun, un sapo muy curioso. Desde que era pequeño, siempre estaba buscando nuevas aventuras y descubrimientos en su hogar acuático.
Un día soleado, mientras saltaba de hoja en hoja explorando el lago, Juan escuchó un rumor entre los animales del lugar. Decían que al otro lado del lago había una tierra desconocida y misteriosa.
Esto despertó aún más la curiosidad de nuestro valiente sapito. Sin pensarlo dos veces, Juan decidió emprender un viaje hacia lo desconocido. Nadó rápidamente a través de las aguas cristalinas hasta llegar a la orilla opuesta del lago.
Allí se encontró con una densa selva repleta de árboles altos y exuberante vegetación. Juan comenzó a adentrarse en la selva con cautela pero entusiasmo. Mientras avanzaba por el espeso bosque, escuchó unos ruidos extraños provenientes de lo profundo de la jungla.
Intrigado, decidió seguir los sonidos hasta encontrar a sus creadores: ¡una familia de monos jugando entre las ramas!"¡Hola! Soy Juan Ersaun", dijo el sapito emocionado. Los monitos se sorprendieron al ver a un sapo tan valiente adentrándose en su territorio.
Pero pronto se dieron cuenta de que Juan era amigable y curioso como ellos. "¡Bienvenido a nuestra casa!", exclamaron los monitos con alegría.
Juan pasó días maravillosos en la selva, aprendiendo de los monitos sobre cómo trepar árboles y encontrar frutas deliciosas. Pero su espíritu aventurero no se contentaba solo con eso. Una tarde, mientras exploraban un río cercano, Juan y los monitos vieron algo brillante en el agua.
Era una vieja botella de vidrio con un mensaje adentro. "¡Vamos a ver qué dice!", propuso Juan emocionado. Con cuidado, sacaron el mensaje y lo leyeron en voz alta: "Si quieres conocer nuevos horizontes, debes aprender a volar".
Los monitos quedaron perplejos ante esas palabras, pero Juan tenía una idea. Recordó haber visto cerca una colina con una hermosa vista panorámica del lago. Si él pudiera llegar hasta allí, podría tener una perspectiva completamente nueva de su hogar acuático.
Sin pensarlo dos veces, Juan decidió escalar la colina. Con cada salto y cada paso ascendente, sentía cómo sus patitas se fortalecían y su confianza crecía.
Finalmente llegó a la cima y cuando miró hacia abajo quedó maravillado por la belleza del lago extendiéndose ante él. "¡Es increíble!", exclamó Juan lleno de asombro. Desde ese momento en adelante, Juan nunca dejó que su curiosidad se apagara. Continuó explorando nuevas tierras y descubriendo cosas sorprendentes junto a sus amigos monitos.
La historia de Juan Ersaun nos enseña que la curiosidad nos lleva a lugares inesperados y nos permite descubrir nuevas habilidades dentro de nosotros mismos.
Así como Juan aprendió a volar desde lo alto de la colina, todos tenemos el potencial de alcanzar nuestras metas si nos atrevemos a dar un salto de fe.
FIN.