El viaje de la amistad
En un país no muy lejano, en un rincón donde el viento sopla suave y los árboles bailan al compás de la alegría, vivía un chico llamado Mateo. Mateo era un joven curioso y amante de la tecnología.
Un día, navegando en internet, conoció a una chica llamada Sofía que vivía a 200 kilómetros de distancia. A pesar de la distancia, Mateo y Sofía se volvieron grandes amigos, compartiendo gustos, aventuras y risas a través de la pantalla.
- ¿Sabes qué Sofi? Me encantaría poder conocerte en persona algún día, eres la mejor amiga que he tenido. - le dijo Mateo un día con un brillo de emoción en los ojos. - ¡Sí! Sería genial, Mateo.
Ojalá pudiéramos superar esta distancia! - respondió entusiasmada Sofía. Decidieron emprender un viaje para encontrarse. Con el apoyo de sus padres, planearon un fin de semana en el que cada uno iría 100 kilómetros para encontrarse en un punto intermedio.
Mateo y Sofía estaban llenos de emociones encontradas: emoción, incertidumbre, ansiedad. Pero se aferraron a la idea de verse finalmente en persona. El día del encuentro, Mateo y Sofía se abrazaron con fuerza.
Había una magia especial en el aire, como si el universo hubiera conspirado para unirlos. Juntos exploraron el lugar, rieron, compartieron secretos y sueños. Al final del día, se despidieron con un nudo en la garganta, pero con una certeza en el corazón: su amistad era más fuerte que la distancia.
A partir de ese día, Mateo y Sofía planearon visitas regulares, alternando entre sus ciudades natales. Aprendieron que la amistad verdadera no conoce fronteras ni distancias.
Y, aunque a veces extrañaban sus hogares, sabían que el verdadero hogar era estar juntos, sin importar la distancia que los separara. Así, Mateo y Sofía descubrieron que el viaje más importante no es el que se hace con pies, sino el que se hace con el corazón.
FIN.