El viaje inesperado
Había una vez dos niños llamados Tomás y Sofía, quienes estaban muy emocionados porque iban a ir a la feria.
Era un día soleado y radiante, perfecto para disfrutar de todos los juegos y atracciones que había en el lugar. Cuando llegaron a la feria, Tomás y Sofía no podían contener su alegría. Corrieron de un lado a otro, riendo y divirtiéndose con cada juego al que se subían.
Pero entre tanta emoción, los dos amigos se separaron sin darse cuenta. Tomás buscó por todas partes a Sofía, pero no lograba encontrarla. Se sentó en un banco y comenzó a llorar desconsoladamente.
Justo en ese momento apareció Martín, un niño mayor que conocía muy bien la feria. "¿Qué te pasa? ¿Por qué estás llorando?"- preguntó Martín preocupado. "Me he perdido y no puedo encontrar a mi amiga Sofía"- respondió Tomás sollozando.
Martín le dio una sonrisa tranquilizadora y le dijo:"No te preocupes, yo te ayudaré a encontrarla. Primero debemos mantener la calma". Juntos empezaron a buscar por toda la feria. Pasaron por los puestos de comida, los carruseles y las montañas rusas sin éxito alguno.
Parecía como si Sofía hubiera desaparecido sin dejar rastro. Desesperados ya, decidieron preguntarle al hombre del globo aerostático gigante si había visto alguna niña perdida. El hombre les indicó que hace unos minutos vio a una niña parecida esperando cerca del tiovivo.
Corrieron hacia el tiovivo y allí estaba Sofía, sentada en uno de los caballitos, con lágrimas en sus ojos. Tomás corrió hacia ella y la abrazó fuertemente. "¡Sofía! ¡Te encontré!"- exclamó Tomás emocionado.
"Me asusté mucho cuando me perdí"- respondió Sofía entre sollozos. Martín se acercó a ellos y les dijo:"A veces las cosas no salen como esperamos, pero lo importante es mantener la calma y buscar ayuda. Nunca deben separarse sin avisar antes".
Tomás y Sofía asintieron con la cabeza, comprendiendo la lección que habían aprendido ese día. Agradecieron a Martín por su ayuda y prometieron ser más cuidadosos en el futuro. Desde aquel día, Tomás y Sofía siempre iban juntos a todos lados.
Aprendieron que la amistad verdadera significa estar ahí para apoyarse mutuamente en los momentos difíciles. Y así, cada vez que recordaban su aventura en la feria, sonreían sabiendo que nunca más volverían a perderse el uno del otro.
FIN.