El Zorro Travieso y Su Gran Aprendizaje
Había una vez en un bosque verde y encantador un zorro llamado Tito. Tito no era un zorro cualquiera, era conocido por ser el más travieso de todo el bosque. Siempre ideaba planes para hacerles bromas a los demás animales. Desde esconder la comida de la tortuga hasta hacer que el conejo saltara asustado apenas el viento soplaba. Todos, por supuesto, querían a Tito, pero a veces sus travesuras se volvían un poco demasiado.
Un día, Tito decidió que era hora de hacerle una broma a una nueva llegada al bosque, una pequeña ardilla llamada Tula. "¡Hoy será un gran día para ser travieso!", pensó. Tito se acercó sigilosamente a Tula mientras ella recolectaba nueces.
"¡Boo!" exclamó Tito, saltando desde detrás de un arbusto.
"¡Ay, Tito! ¡Me asustaste!" gritó Tula, dejando caer todas sus nueces al suelo.
Tito se rió ruidosamente; le encantaba que sus travesuras causaran risa. Pero Tula no se reía. Su carita estaba llena de tristeza mientras recogía sus nueces. Tito no sintió nada al verlo, pero algo en su interior comenzó a inquietarlo un poco.
Esa tarde, mientras estaba acostado bajo un árbol, Tito escuchó una conversación entre la tortuga y el búho. La tortuga, con su voz suave, decía:
"No entiendo por qué Tito tiene que hacerle eso a Tula. Ella solo quería ser feliz en su nuevo hogar."
"Es cierto", respondió el búho. "Las bromas pueden ser divertidas, pero también pueden hacer que los demás se sientan mal."
Estas palabras resonaron en Tito. Quizás sus travesuras no eran tan inofensivas como pensaba. Pero necesitaba verlo con sus propios ojos. Así que se acercó sigilosamente a Tula y, desde un rincón del bosque, la observó.
Tula, muy triste, había comenzado a llorar. "Solo quiero hacer amigos aquí. ¿Por qué no puedo ser feliz como los demás?"
La tristeza de Tula tocó el corazón de Tito. Se sintió culpable por no haber pensado en cómo sus acciones afectaban a los demás. En ese momento, decidió que debía cambiar. Pero, ¿cómo?
Al día siguiente, Tito se despertó decidido a hacer algo bueno. Se acercó a Tula, que seguía recolectando nueces pero sin mucha energía.
"Hola, Tula. ¿Te gustaría que te ayude a recolectar nueces?" preguntó Tito con una sonrisa tímida.
"¿De verdad?" respondió Tula, un poco sorprendida.
"Sí, quiero hacerlo. Así podrás disfrutar de estar en el bosque."
Tula sonrió, y juntos comenzaron a recolectar nueces. Tito se divertía de una manera nueva; en lugar de hacer travesuras, estaba ayudando y creando una verdadera amistad.
Los días pasaron y cada vez que Tito se encontraba con otros animales, en lugar de hacerles bromas, ofrecía su ayuda. Ayudaba a la tortuga a encontrar su comida, hacía compañía al canario cuando se sentía solo y hasta organizó una búsqueda del tesoro para todos los animales, donde todos pudieron divertirse juntos sin que nadie se sintiera mal.
Sin embargo, un día, mientras todos estaban jugando, una gran tormenta se aproximó y todos los animales empezaron a entrar en pánico. Tito, recordando la tristeza de Tula, decidió actuar.
"¡Chicos! Escuchen, no se asusten. Vamos a refugiarnos en la cueva del viejo búho. Los guiaré. Todos juntos. ¡Vamos!"
De repente, Tito se convirtió en un líder. Todos los animales lo siguieron, y, gracias a sus consejos, llegaron a la cueva a salvo. Una vez allí, Tula se acercó y le dijo:
"Gracias, Tito. Eres realmente un buen amigo."
"No sé si soy un buen amigo, pero estoy aprendiendo. Ahora solo quiero vernos felices a todos."
El zorro travieso había aprendido su lección. Ya no necesitaba hacer bromas para divertirse; la verdadera alegría venía de ser amable y tener amigos. Desde ese día, Tito, el zorro, se convirtió simplemente en Tito, el buen compañero del bosque. Y así, el bosque volvió a ser un lugar de risas y alegría, donde todos se cuidaban unos a otros, gracias a la traviesa aventura de Tito que lo llevó a descubrir el verdadero valor de la amistad.
FIN.