Emme y el Gran Festival de Chocolate
Era un día soleado en el pueblo de Dulceville y los colores del arcoíris llenaban el cielo. Emme, una niña risueña de cinco años, estaba en el parque jugando con sus amigos. Su risa era contagiosa y su habilidad para hacer manualidades la convertían en la estrella del grupo.
"¡Miren lo que hice!" - exclamó Emme, mostrando con orgullo una colorida tarjeta de cumpleaños que había diseñado para su amigo Lucas. Todos aplaudieron emocionados.
"Sos increíble, Emme. ¡Sabés hacer de todo!" - le dijo Juan, que siempre admiraba su creatividad.
Emme sonreía con modestia, pero su mirada brillaba con la alegría del reconocimiento.
Un día, mientras paseaba por el parque, Emme y sus amigos descubrieron un cartel que decía: "¡Gran Festival de Chocolate en la Plaza Central!".
"¡Tenemos que ir!" - dijo Emme emocionada, mientras saltaba de felicidad.
"Pero, ¿qué hay que hacer para participar?" - preguntó Sofía, su amiga curiosa.
"Deberíamos formar un equipo y preparar algo especial. ¡A todos nos encanta el chocolate!" - sugirió Emme con una mirada decidida.
Así fue como Emme, Sofía y Juan se unieron para crear la mejor delicia de chocolate del festival. Cada uno tenía una tarea. Emme se encargaría del diseño y la decoración, Juan sería el chef, y Sofía se encargaría de la presentación del stand.
Pero, había un pequeño problema. El día antes del festival, Juan se resfrió y no podía cocinar.
"¡Oh no! ¿Qué vamos a hacer sin vos?" - exclamó Emme, preocupada.
"No se preocupen, puedo hacer algo simple. Pero no será lo mismo sin una gran receta-tá!" - dijo Juan, tratando de sonreír.
Sin perder tiempo, Emme tuvo una idea brillante.
"Podemos buscar otra receta. ¡Vamos a la biblioteca! Allí hay muchos libros de cocina. Quizás encontremos una receta genial para hacer un chocolate diferente. ¡Puede ser nuestro toque especial!" - propuso Emme.
Todos se emocionaron y corrieron hacia la biblioteca. Mientras revisaban libros y libros, encontraron una viejísima receta escrita a mano que decía: "Chocolate mágico: un bocado de alegría".
"¡Esto suena genial!" - gritó Sofía, mientras los otros leían atentos.
La receta prometía que, si se hacía con amor y alegría, el chocolate tendría un sabor especial y podría hacer reír a las personas.
¿Cómo iba a ser eso posible?"¡Es perfecto! ¡Vamos a hacerlo!" - dijo Emme con determinación.
Así que se pusieron manos a la obra: mezclaron los ingredientes y cantaron mientras cocinaban, llenando la cocina de risas.
Cuando terminaron, el chocolate tuvo un aroma delicioso y atractivo. Luego de dejar enfriar las delicias, Emme se encargó de decorarlas de forma colorida y creativa.
"¡Aquí está nuestro mágico chocolate!" - exclamó Emme mostrando su obra maestra a sus amigos.
El gran día del festival llegó y el stand de Emme, Sofía y Juan lucía espectacular. Con sus coloridas decoraciones, el chocolate parecía que contaba una historia. La gente se aglomeró queriendo probarlo.
"¿Y qué hace tan especial a este chocolate?" - preguntó un niño curioso.
"¡Es mágico porque lo hicimos con alegría y amor!" - respondió Emme con una gran sonrisa, mientras ofrecía una muestra.
La sonrisa en el rostro de los niños que probaban el chocolate les dio a los chicos la satisfacción de saber que habían creado algo especial.
La noticia se extendió por todo Dulceville, y pronto su stand se llenó de gente.
"¡Esto es increíble! Además de delicioso, ¡hace reír!" - dijo una mamá al ver a su hija sonreír.
El festival fue un éxito, y luego de compartir risas y chocolates, Emme, Sofía y Juan se dieron cuenta de que lo valioso no era solo el chocolate, sino el tiempo que pasaron juntos y la alegría que generaron.
"Esto fue tan divertido, ¿quién diría que hacer chocolate podría unir más a la gente?" - dijo Sofía.
Emme, con su brillo característico, concluyó:
"A partir de hoy, siempre que hagamos algo, lo haremos con alegría. ¡Esto es solo el comienzo!"
FIN.