Eva, la valiente que dejó el pañal



En un colorido y alegre barrio conocido como Jardín de Flores, vivía una pequeña nena llamada Eva. Eva era una niña curiosa, llena de energía y siempre lista para jugar. Sin embargo, había una cosa en la que era un poquito más tímida: ¡dejar el pañal!

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, decidió que había llegado el momento de hacer algo al respecto.

"¡Chicos, hoy me siento valiente!" -les dijo a sus amigos, Magali y Lauti, mientras se mecía en los columpios.

"¿Valiente? ¿Para qué?" -preguntó Lauti.

"Voy a dejar el pañal y hacer caca en el inodoro como los grandes!" -exclamó Eva con una gran sonrisa.

Magali, que siempre tenía una idea brillante, dijo:

"Eso es genial, Eva. Podemos hacer un plan. Tú serás la primera en dejar el pañal y nosotros te ayudaremos."

Eva sintió que su corazón latía con más fuerza. Sabía que podía contar con sus amigos, así que se puso a pensar en cómo podría lograrlo. Esa tarde, mientras regresaban a casa, le contó a su mamá sobre su decisión.

"Mamá, quiero dejar el pañal. ¿Me ayudarías?"

Su mamá la miró orgullosa y respondió:

"Por supuesto, mi amor. Podemos hacer un calendario para que cada vez que uses el inodoro, marques un día. ¡Así vamos viendo tu progreso!"

Eva se sintió emocionada. ¡Era un gran comienzo! Al día siguiente, ella y su mamá comenzaron con el plan. Cada vez que Eva iba al baño y hacía caca en el inodoro, marcaba un punto en su calendario.

Los días pasaron, y aunque al principio Eva se sentía un poco incómoda, cada vez que lograba usar el inodoro, sus amigos la animaban.

"¡Vamos, Eva! ¡Sos una campeona!" -gritaba Magali desde los columpios.

Pero un día, luego de una larga jornada de juegos, Eva sintió que su pancita le decía que era tiempo de hacer caca. Sin embargo, en vez de correr al baño, se asustó un poco. No quería defraudar a sus amigos.

"¿Y si no puedo hacerlo?" -pensó para sí misma, sintiendo unos nervios en su pancita.

Decidida a no rendirse, fue corriendo hasta el baño. Su corazón latía con fuerza y tomó aire profundo.

"Tengo que hacerlo, soy una nena valiente" -se dijo en voz alta.

Se sentó en el inodoro y, por primera vez, ¡lo logró!"¡Mamá! ¡Lo hice!" -gritó Eva, llena de alegría.

Su mamá entró corriendo, y juntas celebraron aquel gran triunfo. En ese momento, Eva vio que había muchas formas de ser valiente, y que no solo se trataba de enfrentarse a cosas nuevas, sino también de creer en uno mismo y pedir ayuda cuando se necesitaba.

Los días siguieron y poco a poco dejó el pañal definitivamente. Al final del mes, ya no necesitaba más el calendario, y eso la hacía sentir orgullosa.

Cuando sus amigos la felicitaron,

"¡Sos una valiente, Eva!" -dijo Lauti, lleno de admiración.

Eva sonrió. Ahora era una campeona de ir al baño como los grandes, y sabía que todos en su barrio podían lograr cualquier cosa si se lo proponían y contaban con el apoyo de sus amigos.

Y así, en Jardín de Flores, Eva no solo aprendió a dejar el pañal, sino también a ser valiente y a que siempre se puede pedir ayuda. Cada vez que alguien le decía que tenía miedo de hacer algo nuevo, Eva les contaba su historia y les animaba a seguir adelante.

¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado! Eva se convirtió en la niña más valiente del barrio, y todos aprendieron de ella.

FIN.

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