Fabiola y la Ardilla Valiente



Era una mañana luminosa y Fabiola, una licenciada en administración, se dirigía entusiasmada a su trabajo en el colegio particular. Al pasar por un parque, notó algo inusual: un gran árbol había sido derribado. Intrigada, se acercó y vio que dentro de sus raíces, una pequeña ardilla recién nacida chirriaba débilmente.

- ¡Ay, pobrecita! - exclamó Fabiola al ver a la ardillita. - No puedes quedarte aquí sola, voy a ayudarte.

Sin dudarlo, la tomó con cariño y la llevó a casa. A partir de ese día, Fabiola se convirtió en la madre adoptiva de la ardillita a la que llamó —"Nina" . La cuidó con esmero, le dio de comer frutos secos y le hizo un pequeño hogar en su jardín.

Los días pasaron y Nina creció fuerte y ágil. Cada mañana, Fabiola la observaba mientras jugaba y saltaba entre los árboles del jardín. Nina se volvió una ardilla muy feliz, llena de energía y curiosidad.

Un día, mientras Fabiola trabajaba en el colegio, recibió una llamada urgente de sus colegas.

- Fabiola, ven rápido. ¡Hay una tormenta muy fuerte llegando! - le dijo su amiga Clara con preocupación.

Fabiola se sintió apurada. Decidió que debía volver a casa y proteger a Nina.

Cuando llegó al jardín, la lluvia ya caía y los fuertes vientos hacían crujir los árboles. Fabiola buscó a Nina, pero no estaba por ningún lado.

- ¡Nina! ¡Nina! - llamó angustiada, buscando entre los arbustos.

De repente, vio que su ardillita estaba tratando de llevar un pequeño trozo de madera al refugio que había construido.

- ¡Nina! - gritó Fabiola, acercándose. - ¡No es momento de jugar! Debemos refugiarnos.

Nina se detuvo y miró a Fabiola, como si entendiera que necesitaban protegerse. Sin pensarlo, la ardilla corrió hacia ella y se metió bajo su abrigo.

La tormenta se intensificó, pero juntas se mantuvieron a salvo en la casa. Fabiola decidió que lo mejor sería crear un espacio seguro para Nina y otros animales si decidían buscar refugio.

Desde aquel día, Fabiola no solo cuidaba a Nina, sino que comenzó a construir un pequeño refugio en su jardín para cualquier animalito que necesitara ayuda.

Con el tiempo, todo el barrio se enteró y la gente empezó a llevarle comida y materiales. Fabiola decidió, junto con sus colegas del colegio, organizar una campaña para concientizar a los niños sobre la importancia de cuidar la naturaleza y a sus habitantes.

- ¿Qué les parece si creamos un club para ayudar a los animales? - propuso Fabiola en una reunión en el colegio.

Los niños se entusiasmaron.

- ¡Sí! ¡Podemos recolectar comida y armar refugios! - gritó Tomás, un pequeño de su clase.

Así nació "El Club de los Amigos de la Naturaleza", donde los niños aprendieron sobre el medio ambiente y la biodiversidad.

Nina no solo se convirtió en una ardilla feliz, sino que también inspiró a muchos a proteger a los animales de su entorno. Los niños organizaban encuentros en el parque, donde compartían historias sobre animales y aprendían sobre su cuidado.

Con el tiempo, Fabiola se sintió más conectada que nunca con la naturaleza y sus alumnos.

- ¡Miren! - dijo una mañana, mientras observaban a Nina jugar con otras ardillas. - Si todos ponemos nuestro granito de arena, podemos hacer un gran cambio en el mundo.

Los niños la miraron con admiración. La ardilla, con su energía inagotable, se había convertido en un símbolo de esperanza y valentía.

A veces, se necesitan momentos inesperados para darnos cuenta de lo que realmente importa. Fabiola había aprendido a amar y cuidar no solo a Nina, sino a toda la naturaleza que la rodeaba.

Y así, juntos, seguían creciendo como la hermosa comunidad que habían formado.

FIN.

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