Facundo y la Aventura en el Paraguay Independiente



Era un lindo día de primavera cuando Facundo despertó emocionado, era su cumpleaños. Su familia lo sorprendió con un regalo muy especial: un reluciente globo terráqueo. Desde muy pequeño, a Facundo le encantaban las historias, especialmente las del Paraguay. Con los ojos brillantes, comenzó a explorar cada rincón del globo.

"¡Mirá, mamá! ¡Ahí está Paraguay!" exclamó, señalando el pequeño país en el centro de Sudamérica. En ese momento, una luz resplandeciente lo envolvió y, de repente, Facundo se encontró en medio de un bullicioso campamento. El aire olía a tierra húmeda y escuchaba el sonido de tambores a lo lejos.

Ahora, Facundo no era un niño en un cumpleaños; estaba en el año 1811. Vestía la vestimenta de la época, una camisa blanca y pantalones cortos. Miró a su alrededor y vio a dos hombres discutando animadamente.

"¡Yo digo que nuestras tierras deben ser libres!" decía uno de ellos, con gran convicción. Era Pedro Juan Caballero.

"Sí, debemos luchar por nuestra independencia. No podemos dejar que nos gobiernen desde otro país" respondió un hombre de cabello rizado que resultó ser Fulgencio Yegros.

"¿Puedo unirme a ustedes?" se atrevió a preguntar Facundo, que temblaba de emoción.

"¿Y tú quién eres, pibe?" preguntó Yegros, arqueando una ceja.

"Me llamo Facundo. Soy un gran admirador de su lucha. Quiero ayudar en la independencia de Paraguay."

Los dos hombres se miraron y luego sonrieron.

"¡Bienvenido, Facundo! Cada mano cuenta en esta lucha", dijo Pedro Juan Caballero.

Facundo se unió al campamento de los patriotas, donde aprendió sobre la historia de su país. Durante varios días, colaboró en la organización de estrategias y ayudó a cuidar el abastecimiento.

Un día, mientras se preparaban para una batalla, Facundo se dio cuenta de que habían capturado a algunos soldados del ejército español.

"Debemos liberarlos. No son nuestros enemigos, son personas como nosotros" dijo Facundo, recordando las enseñanzas de su madre sobre el valor de la amistad.

"¿Cómo lo haremos?" preguntó Caballero, sorprendido por la valentía del niño.

"Podemos hacer un plan. Distrajamos a los guardias y luego los liberamos" propuso Facundo.

Después de un momento de deliberación, ambos líderes decidieron seguir su idea. Facundo reunió a algunos jóvenes del campamento, y crearon un plan astuto. Esa noche, un grupo de hombres con antorchas se acercó al lugar donde estaban cautivos los soldados.

"¡Fuego y ruidos! Alerta, alerta!" gritó Facundo, mientras el resto de los patriotas comenzaba a hacer ruido. Los guardias, confundidos, corrieron en dirección al sonido.

Los soldados prisioneros, viendo la oportunidad, se levantaron y Facundo los guió a un lugar seguro.

"¡Nos han salvado!" exclamó uno de los prisioneros, con lágrimas en los ojos.

Mientras tanto, al regresar al campamento, Facundo fue recibido como un héroe.

"Gracias, muchacho. Te debemos nuestra libertad" dijo Yegros, apretándole el hombro.

A medida que avanzaban las semanas, las fuerzas patriotas lucharon con valentía. Facundo aprendía sobre estrategias, liderazgo, y la importancia de pelear por lo que es justo. Finalmente, en mayo de 1811, Paraguay declaró su independencia.

"¡Lo hemos logrado!" gritó Facundo con alegría.

Pero entonces, algo mágico ocurrió. El globo terráqueo que había dado inicio a su aventura comenzó a brillar de nuevo. Facundo sintió que comenzaba a elevarse.

"¡No puedo irme ahora!" gritó, pero el aire lo envolvió. En un parpadeo, se encontró de vuelta en su habitación, con el globo terráqueo en sus manos.

Desde aquel día, Facundo no solo continuó soñando con el Paraguay, sino que también supo que cada uno, por pequeño que sea, puede marcar la diferencia en el mundo. Así, compartió sus aventuras y lecciones aprendidas con sus amigos y familiares, recordando siempre que el valor, la unión y la libertad son tesoros que deben ser preservados.

FIN.

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