Félix, el Pollito Valiente
En un tranquilo gallinero en el campo, donde el sol brillaba y las flores bailaban con el viento, vivía un pequeño pollito llamado Félix. Él no era un pollito cualquiera; Félix era conocido por su valentía. Desde muy joven, soñaba con ser el gallo más valiente de todos.
Un día, mientras los demás pollitos jugaban a esconderse, Félix vio algo extraño entre los arbustos.
- ¡Miren! - gritó Félix emocionado. - ¿Qué será eso?
Los demás pollitos lo miraron con incertidumbre. - No te acerques, Félix. Quizás sea peligroso - le advirtió una pollita llamada Lila, que siempre se preocupaba por él.
- Yo tengo que saberlo - dijo Félix, con determinación. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia el arbusto. Al acercarse, descubrió que era una hermosa piedra brillante.
- ¡Es increíble! - exclamó. - ¡Amigos, vengan a ver!
Los demás pollitos se acercaron con curiosidad. Pero de repente, un fuerte rayo de luz iluminó el lugar y apareció una figura imponente: ¡era el viejo búho del bosque!
- ¡¿Quién se atreve a tocar mi piedra mágica? ! - vociferó el búho, que tenía una gran voz y plumas que parecían un espantapájaros.
Félix, aunque estaba asustado, se plantó firme. - ¡Yo! ¡Soy Félix, el pollito valiente! No te tenemos miedo.
El búho, sorprendido por su audacia, frunció el ceño. - ¿Valiente dices? Ser valiente no es solo gritar. Debes demostrarlo.
- ¡Acepto el desafío! - respondió Félix sin dudar. El búho, intrigado por su valentía, decidió ponerlo a prueba.
- Bien, pequeño pollito. Tienes que traerme el canto del ruiseñor que vive en el árbol más alto del bosque. Solo los valientes pueden lograrlo.
Los pollitos, que al principio apoyaban a Félix, comenzaron a preocuparse. - ¡Es muy peligroso, Félix! - gritó Lila, con el corazón en la mano.
- No se preocupen, volveré con el canto del ruiseñor. ¡Seré un héroe! - prometió Félix. Con el corazón palpitante y su pechito inflado de valentía, se adentró en el bosque.
No pasó mucho tiempo cuando encontró el enorme árbol donde vivía el ruiseñor. Mirando hacia arriba, vio que las ramas eran altísimas y las hojas lo ocultaban casi por completo.
- ¡Necesito ser valiente! - se dijo a sí mismo. Así que comenzó a trepar, saltando de rama en rama. Con cada salto, su miedo iba desapareciendo, transformándose en determinación.
Finalmente, llegó hasta la cima donde encontró al lindo ruiseñor, que cantaba con una melodía dulce.
- ¡Hola, pequeño! - le dijo Félix. - Soy Félix, el pollito valiente. Necesito tu canto para regresar con el búho.
El ruiseñor lo miró con curiosidad. - ¿Por qué debería ayudarte? - preguntó.
Félix respiró hondo. - Porque ser valiente es enfrentar nuestros miedos. Quiero demostrar que no solo soy un pollito gordito, sino un héroe de verdad.
El ruiseñor, conmovido por sus palabras, decidió ayudarlo. - Está bien, te daré mi canto. Pero recuerda, la valentía también está en los actos de bondad.
El ruiseñor comenzó a cantar una hermosa canción. Félix, con su corazón lleno de alegría, lo escuchó atentamente. Así, obtuvo el canto que necesitaba y agradeció al ruiseñor por su ayuda.
Regresó al gallinero, donde todos los pollitos lo esperaban ansiosos. Al llegar, Félix se plantó frente al búho y, utilizando su pequeño gozo, comenzó a cantar la melodía del ruiseñor.
La reacción del búho fue impresionante. - Muy bien, pequeño valiente. Has demostrado tu valor y bondad. ¡Eres digno de considerar héroe entre los pollitos!
Félix, feliz y orgulloso, sonrió a sus amigos y les dijo: - Nunca tengan miedo de ser valientes. Ser valiente significa enfrentar nuestros miedos y ayudar a otros.
Desde aquel día, el gallinero celebró a Félix, el pollito más valiente, que había aprendido que la valentía no solo se trata de hacer cosas grandes, sino también de ser amable y ayudar a los demás. Y así, en el campo donde hasta los vientos sabían de sus hazañas, Félix se convirtió en una inspiración para todos los pollitos del lugar.
FIN.