Florencia y el sueño de cantar



Había una vez en un pequeño pueblo, una joven llamada Florencia. Desde que era chica, soñaba con ser cantante y llenar escenarios con su hermosa voz. Sin embargo, vivía con su hermano Pablo, quien no compartía su entusiasmo por la música.

"Flor, ¿te vas a poner a cantar otra vez? ¡No hay tiempo para eso!" - le decía Pablo, mientras ella intentaba practicar.

"Pero Pablo, necesito aprender, tengo que cumplir mi sueño. Una vez me escucharon en el colegio y me dijeron que tengo talento..." - respondió Florencia con una sonrisa.

Pablo no se podía imaginar su vida sin Florencia. Ella era quien se encargaba de hacer las tareas del hogar, de lavar la ropa y de ayudarlo en su trabajo. Tenía miedo de quedarse solo y sin ayuda.

Un día, mientras Florencia pasaba por la plaza del pueblo, escuchó un grupo de músicos que tocaban y cantaban. Su corazón latió fuerte, y sin pensarlo, se acercó a escucharlos.

"¡Qué hermoso suena!" - pensó ella. Vio un letrero que decía: "Clases de canto para adultos, todos los sábados a la tarde".

Esa noche, Florencia se armó de valor y se acercó a Pablo:

"Pablo, quiero ir a las clases de canto el sábado. Es una oportunidad única para mí."

Pablo frunció el ceño.

"¿Y quién me va a ayudar? ¿Yo solo? No puedo encargarme de todo sin vos, Flor. Necesito que estés aquí, no puedes ir detrás de un sueño que podría dejarnos sin nada."

Florencia sintió un nudo en la garganta. Quería que su hermano la entendiera, pero no sabía cómo hacerle ver que su sueño no significaba que la abandonaría. Así que decidió demostrarle que podía equilibrar ambas cosas.

El sábado llegó y, a pesar de las dudas de Pablo, Florencia salió un poco antes para que no se diera cuenta y decidió participar de la clase. Durante la lección, se dio cuenta de que cantar la hacía sentir viva. El instructor, un hombre amable llamado Sr. Martín, la alentó a seguir practicando.

A la semana siguiente, Florencia comenzó a planear su tiempo. Se levantaba más temprano, ayudaba a Pablo y se aseguraba de tener todo listo antes de ir a cantar. Con el tiempo, Pablo se dio cuenta de que, aunque su hermana seguía con su sueño, también encontrados maneras de ayudarlo.

"¿Ves? ¡Puedo hacer ambas cosas!" - le decía Florencia al regresar de las clases, con una gran sonrisa y, cada vez más, una voz más segura.

Sin embargo, una tarde Florencia llegó a casa y encontró a Pablo cabizbajo.

"¿Qué te pasa?" - preguntó, preocupada.

"No puedo seguir sin vos. El trabajo está acumulándose y..." - Pablo suspiró. "Me siento mal por no apoyarte, pero me asusta la idea de perderte."

Florencia se acercó y le tomó la mano.

"Pablo, no te estoy dejando, estoy creciendo. Y te prometo que voy a estar aquí para ayudarte. Quizás, si me escuchás, yo también pueda inspirarte a seguir tus propias metas."

Esa noche, Pablo pensó en las palabras de Flor y se dio cuenta de que, al igual que ella, también tenía sueños que había dejado de lado. Desde entonces, decidió apoyarla y, al mismo tiempo, pedirle apoyo para que juntos, pudieran alcanzar sus propias metas.

"Ok, Flor, ¡hagamos un trato! Yo te ayudo con las tareas, y vos me ayudás con mi proyecto de jardinería" - sugirió Pablo, sonriéndole.

Así fue como Florencia y Pablo superaron sus miedos, apoyándose mutuamente. Con el tiempo, Florencia pudo realizar su primera presentación en el escenario del pueblo y Pablo, con su jardín creciendo, también dio su primer paso hacia sus propios sueños.

Mientras cantaba con alegría, Florencia miró a su hermano entre la multitud. Todos los días, estaban aprendiendo y creciendo juntos. Y así, descubrieron que lo fundamental era estar el uno para el otro en este camino llamado vida.

Y colorín colorado, este sueño se ha cumplido.

FIN.

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