Isabelle y el sueño salsero



Había una vez en la colorida ciudad de Medellín, una niña llamada Isabelle. Elle era una niña alegre de 10 años, con una sonrisa brillante y ojos curiosos. Desde siempre, Isabelle había sentido una conexión especial con la música y el baile, en especial con la salsa. Cada vez que escuchaba una melodía pegajosa, su cuerpo comenzaba a moverse al compás.

Un día, mientras Isabelle bailaba en la sala de su casa, su abuela entró y sonrió.

"¿Por qué bailas tan feliz, mi vida?" - preguntó la abuela.

"Porque la salsa me hace sentir libre y llena de energía, abuela. ¡Quiero aprender más!" - dijo Isabelle con entusiasmo.

Esa noche, mientras cenaban, Isabelle le contó a su familia sobre su deseo de aprender a bailar salsa en Cali, la capital de la salsa en Colombia.

"Mamá, quiero ir a Cali y estudiar en una academia de salsa. ¡Es mi sueño!" - proclamó Isabelle.

Su madre, que siempre había apoyado sus sueños, sonrió mientras le respondía:

"Lo sé, cariño, pero Cali está lejos y necesitamos planearlo bien. Además, hay muchas cosas que aprender aquí."

Isabelle no se desanimó. Cada día miraba videos de bailarines de salsa en Cali y practicaba sus pasos. Un día, decidió que, si no podía ir de inmediato, haría algo al respecto. Empezó un pequeño taller de salsa en su escuela.

Convocó a sus compañeros y dijo:

"Vamos a bailar salsa juntos. ¡Quiero que todos aprendan!"

Sus amigos estaban intrigados y decidieron unirse.

"Pero Isabelle, ¿y si no sabemos bailar?" - preguntó Lucas.

"No importa, ¡yo les enseño!" - respondió ella, llena de confianza.

Con su entusiasmo, logró formar un grupo pequeño. Juntos se reunieron cada semana a aprender los pasos básicos, hasta que una profesora de danza los vio practicar en el parque.

"¡Ustedes son buenísimos! ¿Por qué no se presentan en el concurso de baile de la escuela?" - les sugirió la profesora.

La idea asustó a algunos, pero Isabelle se puso de pie.

"¡Sí! ¡Bailaremos salsa!" - exclamó ella.

Las semanas pasaron y mientras entrenaban, Isabelle también planeaba su viaje a Cali. Habló con su mamá sobre ir en vacaciones.

"Mamá, creo que después del concurso, podríamos ir a Cali. Podría ser mi viaje de celebración." - propuso Isabelle.

Su madre se tomó un tiempo para pensar y finalmente dijo:

"Está bien, pero primero debemos asegurarnos de que tengas la oportunidad de asistir a una buena academia allí. Y, por supuesto, ¡debemos prepararnos para el concurso!"

El día del concurso llegó y el grupo de Isabelle estaba nervioso pero emocionado. Cuando fue su turno, subieron al escenario y comenzaron a bailar. La música sonaba fuerte y cada paso que daban era un esfuerzo conjunto, reflejando horas de práctica.

Cuando terminaron, el público estalló en aplausos.

"¡Lo hicimos!" - gritó Lucas, aún sin aliento.

El jurado estuvo muy impresionado y, al final del evento, anunciaron a los ganadores. Isabelle y su grupo obtuvieron el segundo lugar. Aunque no ganaron el primer puesto, se sintieron como campeones.

"Esto es solo el comienzo. ¡Vamos a Cali!" - dijo Isabelle mientras abrazaba a sus amigos.

Finalmente, llegó el momento de su viaje a Cali. Isabelle estaba llena de emoción. Al llegar, el ambiente le pareció mágico, lleno de música y baile.

En la academia de salsa, conoció a muchos otros bailarines que también compartían su pasión. Su profesora, la señora Rosa, era una bailarina famosa que la inspiró desde el primer día.

"En esta academia, aprenderás a bailar con el corazón, Isabelle. La salsa es un lenguaje del alma." - le decía la señora Rosa.

Isabelle se dedicó a practicar todos los días y se fue haciendo cada vez más hábil. Aprendió nuevos pasos, ritmos y, lo más importante, la historia de la salsa.

A medida que pasaron los meses, Isabelle participó en múltiples presentaciones. Un día, la señora Rosa la eligió para representar a la academia en un festival de salsa.

"Eres especial, Isabelle. Tu energía y pasión brillan en el escenario." - le dijo la profesora con orgullo.

El día del festival, Isabelle se sintió nerviosa pero lista. Al subir al escenario, la música comenzó y el calor del momento la envolvió. Bailó como nunca, entregándose a la música y dejando fluir cada paso.

El público no podía quitarle los ojos de encima. Al finalizar, los aplausos fueron ensordecedores.

"¡Sos una estrella!" - le gritó un compañero.

Isabelle sonrió con brillo en los ojos. Había sonado el veredicto y había ganado el primer lugar. Regresó a Medellín con un trofeo en mano, pero sobre todo con un gran corazón lleno de recuerdos.

Al llegar a casa, su familia la recibió con abrazos y sonrisas.

"Lo lograste, Isabelle. ¡Estamos tan orgullosos de vos!" - dijo su mamá.

Y aunque su aventura en Cali llegó a su fin, sabía que lo mejor estaba aún por venir. Isabelle estaba lista para seguir soñando, aprender y compartir su amor por la salsa con todos los que conocía. También sabía que la danza no se trataba solo de ganar trofeos, sino de vivencias y la alegría de ser parte de una comunidad.

Así, Isabelle continuó su camino, llena de sueños, ritmos y el amor por la salsa. Y cada vez que escuchaba música, recordaba su experiencia en Cali y el poder de nunca rendirse en la búsqueda de sus pasiones.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!