Jack y la Vaca Mágica



Érase una vez un chico llamado Jack que vivía con su madre en una granja humilde. Eran muy pobres y lo único que tenían era una vaca flaca. Un día, la madre de Jack lo llamó y le dijo:

- Llevá la vaca al pueblo y con el dinero que consigas, compraremos comida.

- Está bien, mamá, haré lo que me pedís - respondió Jack, un poco triste por dejar a su vaca.

Jack se despidió de la vaca y caminó hacia el pueblo. En el camino, conoció a un misterioso anciano que le dijo:

- ¿Te gustaría tener algo más que dinero por tu vaca?

Jack, curioso, preguntó:

- ¿Qué podés ofrecerme, abuelo?

- Tengo unas semillas mágicas - dijo el anciano, con una sonrisa en su rostro. - Si las plantás, crecerán rápidamente y te darán todo lo que necesites.

Jack, emocionado por la idea, decidió cambiar la vaca por las semillas. Aunque no pudo comprar comida, soñaba con lo que esas semillas podrían hacer.

Cuando regresó a casa, su madre se enojó de inmediato al ver que no había vendido la vaca.

- ¿Por qué hiciste esto, Jack? - le gritó. - ¡Ahora no tenemos nada!

- Pero mamá, tengo semillas mágicas - explicó Jack, mientras mostraba las diminutas semillas brillantes.

- ¡Semillas! No comemos semillas, necesitamos comida - dijo su madre, decepcionada.

Sin embargo, al ver la determinación en los ojos de su hijo, decidió darle una oportunidad. Esa misma noche, Jack plantó las semillas en el campo.

Al amanecer, se sorprendió al ver una enorme planta que había crecido durante la noche. Era tan alta que llegaba hasta las nubes. Sorprendido y emocionado, Jack decidió escalarla.

Cuando llegó a la cima, descubrió un mundo mágico lleno de maravillas. Allí encontró a un gigante que cuidaba un gallo dorado.

- ¿Qué hacés aquí, pibe? - preguntó el gigante, con una voz profunda.

- Vine a buscar fortuna - respondió Jack, temblando pero decidido.

- Si querés algo valioso, tenés que ser astuto - le advirtió el gigante. - Te daré el gallo, pero sólo si lográs vencerme en un juego.

Jack, confiando en su ingenio, aceptó el reto del gigante. Así, comenzaron un juego de acertijos. Después de muchos intentos, Jack logró resolverlos todos.

- ¡Eres más astuto de lo que pensaba! - dijo el gigante, sorprendido. - Toma el gallo. Él pondrá huevos de oro.

Jack regresó a casa con el gallo dorado. Su madre, al verlo, saltó de alegría.

- ¡Mirá, Jack! ¡Es maravilloso! - exclamó.

El gallo comenzó a poner huevos de oro, lo que permitió a Jack y a su madre salir de la pobreza. Compraron comida, ropa y, lo más importante, pudieron ayudar a sus vecinos que también pasaban por momentos difíciles.

Con el tiempo, Jack se convirtió en un joven sabio y generoso, y siempre recordaba la lección de su aventura:

- A veces, lo que parece una pérdida puede convertirse en una gran oportunidad.

Así, Jack y su madre vivieron felices y nunca olvidaron el valor de la astucia y la bondad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!