José, el Hipopótamo Cantante
Había una vez en la vasta y colorida selva de la Amazonía, un hipopótamo llamado José. Desde pequeño, José siempre escuchaba a los pájaros cantar sobre la superficie del agua y soñaba con un día poder ser un gran cantante. Sin embargo, José no podía volar ni trepar árboles, así que no sabía cómo haría para cumplir su sueño.
Un día, mientras José se bañaba plácidamente en el río, escuchó a una desafiante ardilla que le gritó desde la orilla.
"¡José, sos un hipopótamo! ¡No podés cantar, dejá de intentar!"
El comentario de la ardilla hizo que José se sintiera triste. Pero José era un hipopótamo con determinación. Se acercó a su amigo el loro, que era conocido por su hermosa voz.
"¿Loro, creés que puedo aprender a cantar como vos?"
"Claro, amigo. No importa de dónde venimos, lo que importa es el deseo. ¿Querés aprender?"
"¡Sí, por favor!"
A partir de ese día, cada mañana, el loro enseñaba a José a cantar. No fue fácil. Cada vez que José intentaba hacer un trino, el sonido salía un poco más parecido a un croar que a una melodía. José no se desanimó, se comprometió a practicar todos los días.
Pero una noche, mientras José y el loro practicaban, apareció una vaca que estaba paseando por la selva.
"¿Qué hacen ustedes aquí, con esos ruidos extraños?"
"Estamos practicando para el gran concurso de talentos de la selva", respondió José con entusiasmo.
"¿Un hipopótamo cantando? Eso es ridículo. Nadie te va a escuchar. Mejor dedicáte a nadar como siempre."
Aunque las palabras de la vaca sonaron duras, José decidió tomar esto como un desafío.
"¡No! Un día voy a cantar en ese concurso y verán que puedo hacerlo."
Días se convirtieron en semanas, y José siguió practicando con el loro. Con el tiempo, sus notas comenzaron a brillar un poco más, y la confianza de José creció. Su abrazo por la música atrajo a otros animales que se unieron a él en sus ensayos. Canguros, tortugas y hasta un par de serpientes se unieron al coro de José.
Finalmente llegó el día del gran concurso. Todos los animales de la selva se reunieron alrededor de un gran árbol donde se montó un escenario.
"¡No puedo creer que un hipopótamo se atreva a presentarse!" murmuró la ardilla desde la esquina.
Sin embargo, cuando llegó su turno, José se sintió nervioso pero emocionado.
"Hoy demostraré que puedo cantar. Este es mi momento," pensó mientras subía al escenario.
Con el loro y todos sus amigos animándolo desde el público, José comenzó a cantar. Usó todo lo que había practicado, y desde la primera nota, se sintió libre. Su voz resonó como un eco a través de la selva.
Los animales se quedaron boquiabiertos. La ardilla y la vaca, que antes se habían reído, comenzaron a aplaudir, aunque al principio no lo querían admitir.
"No puedo creer que lo esté disfrutando tanto", dijo la vaca.
"Es tan hermoso, realmente está cantando con el corazón," agregó la ardilla.
Cuando terminó su actuación, todos los animales estallaron en aplausos. José no podía creer lo que escuchaba. Ya no importaban las dudas de los demás, había seguido su sueño, y eso era lo que más importaba.
Al final, no solo había cumplido su sueño de cantar, sino que también había unido a los animales en torno a la música.
"Gracias a todos, por creer en mí, por apoyarme, ¡y por unirse a mí en esta aventura!"
Desde ese día, José el hipopótamo no solo se convirtió en un cantante talentoso, sino también en un símbolo de que con esfuerzo y perseverancia, cualquier sueño puede hacerse realidad. También aprendió que lo más importante es creer en uno mismo y rodearse de amigos que te apoyen.
Y así, la selva nunca volvió a ser la misma. Cada tarde, los animales se reunían para escuchar a José cantar y celebrar la alegría de cumplir sueños.
Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.