La Aventura de Hashy, Samba y Kira
Había una vez, en un tranquilo barrio de Buenos Aires, dos perritos muy especiales llamados Hashy y Samba. Hashy era un pequeño terrier de pelaje rizado, siempre lleno de energía, y Samba, una dulce labradora con un corazón tan grande como su amor por Hashy. Eran novios y pasaban sus días jugando en el parque, persiguiendo mariposas y disfrutando de los suaves rayos del sol.
Un día, mientras jugaban a atrapar una pelota, recibieron la noticia de que una nueva perrita llamada Kira había sido adoptada por una familia cercana. Kira era una adorable mestiza de orejas grandes y ojos brillantes, llena de curiosidad por el mundo que la rodeaba. Estaba emocionada por conocer a otros perros y, sobre todo, por hacer nuevos amigos.
"¡Hola, Hashy! ¡Hola, Samba!" - ladró Kira al llegar a ellos, moviendo su cola con alegría.
Hashy y Samba se miraron sorprendidos, pero rápidamente sonrieron y se acercaron.
"¡Hola, Kira! ¡Qué bueno conocerte!" - dijo Hashy, emocionado.
"¡Sí, bienvenidísima!" - añadió Samba, meneando su cola "Vamos a jugar juntos".
Los tres perritos comenzaron a jugar en el parque. Corrieron en círculos, saltaron y se divirtieron mucho. Sin embargo, mientras estaban jugando, Kira tropezó con una piedra, se cayó y su cola dejó de moverse inmediatamente.
"¿Estás bien, Kira?" - preguntó inquieto Hashy, corriendo hacia ella.
Kira se levantó lentamente, intentando sonreír a pesar de su pequeño susto.
"Sí, creo que fue solo un pequeño golpe. Pero... no sé si puedo seguir jugando" - respondió Kira, sintiéndose un poco triste.
"¡No digas eso!" - exclamó Samba "Siempre se puede encontrar una manera de divertirse. ¿Te gustaría hacer un juego de obstáculos? Puedes empezar con esa baqueta".
Kira miró la baqueta y su expresión se iluminó un poco. La idea de un nuevo juego la entusiasmó, así que decidió intentarlo.
Así como Kira se animaba, comenzaba a comprender que siempre podría encontrar formas de jugar que no involucraran golpes o caídas. Hashy y Samba la guiaron por el juego, y pronto Kira se sintió más cómoda, correteando y divirtiéndose otra vez.
De pronto, en medio de su juego, un grupo de perritos apareció. Eran unos caniches que parecían un poco tímidos.
"¡Hola! ¡Nosotros también queremos jugar!" - ladró uno de los caniches, acercándose cautelosamente.
Kira, recordando lo difícil que había sido para ella integrarse, sonrió y dijo:
"¡Claro! Vengan a jugar con nosotros. Aquí hay lugar para todos".
Hashy y Samba miraron a Kira con admiración. Nunca habían visto a un perrito tan amable y acogedor.
"¡Esa es la actitud, Kira! ¡Vamos a tener una gran fiesta de juegos!" - exclamó Hashy, saltando de alegría.
"¡Sí! Puede que al principio seamos diferentes, pero juntos, podemos hacer que cada uno se sienta como en casa" - agregó Samba.
Los caniches se unieron a la diversión, y pronto el parque se llenó de risas y ladridos. Se formaron equipos, se organizaron carreras y, por primera vez, Kira se sintió completamente aceptada y querida.
Las horas pasaron y cuando el sol comenzó a ponerse, todos los perritos se tumbaron en la hierba para descansar.
"¿Ves, Kira? ¡Todo salió genial!" - dijo Samba.
"¡Sí! Estoy tan feliz de haberte conocido, eres una amiga increíble" - dijo Hashy.
Kira se sintió emocionada y agradecida.
"Ustedes me enseñaron que, aunque las cosas pueden ser difíciles al principio, siempre hay espacio para la alegría y para los amigos".
Y así, con el cielo pintando colores cálidos y suaves, los tres perritos disfrutaron de sus nuevas amistades mientras planeaban su próxima gran aventura juntos.
Desde ese día, Hashy, Samba y Kira nunca volvieron a sentirse solos, porque habían descubierto que la verdadera amistad se construye con amor, alegría y un poco de imaginación.
FIN.