La Aventura del Bosque Sonriente
Una vez en un pequeño pueblo llamado Sonrisas, vivía una niña llamada Lía. Lía era conocida por su increíble curiosidad y su amor por la naturaleza. Un día, mientras exploraba un nuevo sendero cerca de su casa, encontró un mapa antiguo muy desgastado.
- ¡Mirá lo que encontré! -exclamó Lía, mostrándole el mapa a su amigo Tomás.
- ¿Qué es eso? -preguntó Tomás, acercándose con cautela.
- Según esto, hay un lugar mágico en el bosque que se llama el Bosque Sonriente. Dicen que allí los árboles cuentan historias y los animales hablan -respondió Lía con los ojos brillantes de emoción.
Tomás, aunque dudoso, no pudo resistir la aventura que los esperaba.
- ¡Vamos a buscarlo! -dijo finalmente, y los dos amigos se pusieron en marcha.
Mientras caminaban, encontraron diferentes obstáculos en el camino: un arroyo muy ancho, rocas grandes y hasta un pequeño abismo. Pero juntos, pensaron en soluciones.
- ¿Qué tal si hacemos una balsa con ramas y hojas? -sugirió Tomás al arroyo.
- ¡Eso es genial! -respondió Lía, y juntos construyeron una pequeña balsa.
Después de cruzar el arroyo, se toparon con un viejo roble que parecía tener más de mil años.
- Disculpen, chicos, ¿se han perdido? -preguntó el roble con voz profunda y resonante.
- No, estamos buscando el Bosque Sonriente -respondió Lía, un poco asustada.
- Si quieren llegar, deberán resolver este acertijo: "Siempre estoy delante de ti, pero nunca puedes verme. ¿Qué soy?" -dijo el roble con una sonrisa.
Lía y Tomás se miraron, pensando. Después de unos minutos, Lía exclamó:
- ¡Es el futuro!
- ¡Correcto! -dijo el roble. -Pueden pasar. Pero cuiden lo que descubran allí; a veces, la magia puede ser un poco traviesa.
Pasaron entre las ramas del roble y se encontraron en el Bosque Sonriente. Era más hermoso de lo que habían imaginado: árboles con hojas de colores brillantes y flores que danzaban al compás del viento.
- ¡Mirá, Lía! -gritó Tomás, señalando a un grupo de ardillas que llevaban pequeñas banderas. -¿Estás viendo eso?
Las ardillas se acercaron, saltando de alegría.
- ¡Bienvenidos al Bosque Sonriente! -gritaron las ardillas. -Hemos estado esperando a amigos como ustedes para que nos ayuden.
- ¿Ayudar en qué? -preguntó Lía, confundida.
- Un gran viento travieso se ha llevado nuestra música. Sin ella, el bosque ha perdido su alegría -explicó una ardilla con una gorra de piloto.
- ¡Eso suena terrible! -dijo Tomás. -¿Cómo podemos ayudar?
Las ardillas les llevaron a un claro donde había unos instrumentos musicales hechos de madera y hojas.
- Necesitamos que toquen y creen una nueva melodía para atraer la música de vuelta. ¡Ustedes pueden hacerlo! -dijo una ardilla entusiasmada.
Lía y Tomás se miraron nerviosos, pero decidieron intentarlo. Mientras tocaban, los árboles comenzaron a moverse, y una melodía mágica surgió de sus corazones.
De repente, el viento travieso apareció, pero esta vez no parecía tan amenazante. Se detuvo, intrigado por la música que llenaba el aire.
- ¿Qué es esa hermosa melodía? -les preguntó el viento, que, sorprendentemente, pudo escuchar.
- Es un canto para devolver la alegría al bosque -dijo Lía.
El viento, reconociendo su error, se suavizó y trajo de vuelta la música que había robado. Todo el bosque comenzó a brillar nuevamente, e incluso los árboles reían al compás de la melodía.
- ¡Gracias, amigos! -dijeron las ardillas. -Ahora que el bosque está alegre otra vez, ustedes son parte de nuestra familia.
Finalmente, Lía y Tomás se despidieron del bosque, prometiendo volver algún día. Regresaron a Sonrisas, sabiendo que juntos podían superar cualquier obstáculo y encontrar la alegría en las dificultades.
- ¿Ves, Lía? -dijo Tomás mientras caminaban. -A veces, lo que parece imposible, se puede lograr si trabajas en equipo.
- ¡Sí! Y siempre hay magia donde hay amigos. -contestó Lía sonriendo.
FIN.