La Aventura en el Jardín Botánico de Santiago del Estero



Era un hermoso día de primavera en Santiago del Estero. Los rayos del sol iluminaban alegremente cada rincón del Jardín Botánico. Los pájaros cantaban y el aire fresco olía a flores de todos los colores. En este mágico lugar, vivía una pequeña mariposa llamada Lila. Lila tenía alas de colores vibrantes, pero lo que más la destacaba era su curiosidad.

-Un día, Lila se posó sobre una flor de jacarandá y miró a su alrededor. "Todo esto es tan hermoso, pero me pregunto: ¿qué pasará si vuelo más allá de este jardín?"- Se dijo a sí misma.

Decidida a averiguarlo, Lila comenzó a volar. Pero justo cuando estaba a punto de salir del jardín, se encontró con su amiga, la tortuga Tita.

"¿A dónde vas, Lila?"- preguntó Tita con voz pausada.

"Voy a descubrir qué hay más allá del jardín. ¡Quiero ver el mundo!"- respondió Lila emocionada.

"Espera, ¡yo quiero ir contigo!"- exclamó Tita.

Al escuchar esto, Lila se sorprendió un poco, pero se alegró de que su amiga quisiera acompañarla.

"Está bien, pero debes prometerme que no te cansarás y que seguirás mi ritmo"- dijo Lila.

Así que juntas comenzaron su aventura, volando y caminando por los senderos del jardín. Pasaron por un estanque lleno de pececitos de colores y flores de loto.

"¡Mira, Tita!"- gritó Lila. "Esos pecesitos parecen bailar en el agua. ¿No son hermosos?"-

"¡Sí!"- contestó Tita con una sonrisa.

Luego, llegaron a la sección de plantas aromáticas. El olor a menta y romero llenaba el aire.

"Este lugar huele delicioso. ¡Quiero quedarme aquí!"- dijo Tita, aspirando el aroma.

"Pero hay mucho más por descubrir"- insistió Lila.

Así continuaron, hasta que encontraron una planta gigante que parecía tocar el cielo.

"¿Qué es esto?"- preguntó Tita, asombrada.

"Esa es una palmera, ¡vamos a treparla!"- sugirió Lila.

Tita dudó, porque escalar no era fácil para ella.

"No sé si puedo, Lila. Soy muy lenta"- dijo con tristeza.

"No importa, yo te ayudaré. Juntas podemos hacerlo. ¡Vamos!"- animó Lila.

Con esfuerzo y trabajo en equipo, lograron subir una buena parte de la palmera. Una vez en la cima, ¡las vistas eran espectaculares! Se podía ver todo el jardín desde allí arriba.

"¡Guau!"- exclamó Tita, maravillada. "Nunca había visto algo tan hermoso!"-

Pero de repente, una brisa fuerte comenzó a soplar, y Lila perdió una de sus alas. Asustada, gritó: "¡Ay, no! ¡Mi ala!"-

Tita, al ver a su amiga tan preocupada, le dijo: "No te preocupes, Lila. Lo importante es que estamos juntas"-.

"¿Pero cómo volveré a volar sin mi ala?"- preguntó Lila, con lágrimas en los ojos.

"Las alas no lo son todo. Tu valentía y tu corazón son más importantes"- le respondió Tita.

Lila respiró hondo y comprendió que aunque había perdido algo de su belleza, su espíritu aventurero seguía intacto. Juntas decidieron comenzar su camino de vuelta.

"Tita, tal vez este jardín tiene mucho más que ofrecernos"- comentó Lila.

Mientras regresaban, Lila y Tita vieron nuevos rincones que nunca habían explorado. Descubrieron plantas que nunca habían olfateado y insectos que jamás habían visto.

"Mira esas flores raras. Se ven como estrellas!"- se maravilló Tita, cuando encontraron un grupo de flores exóticas.

"¡Son hermosas! Tal vez no necesito alas para sentirme especial"- dijo Lila, sonriendo.

Así fue como, al final de la tarde, Lila y Tita regresaron a su lugar en el jardín, felices de haber tenido una aventura juntas.

"¿Ves, Lila? No necesitabas tu ala para ser feliz. Lo mejor de todo fue compartir esto contigo"- dijo Tita.

"Tienes razón, amiga. A veces, la belleza está en las experiencias que compartimos"- respondió Lila.

De ese día en adelante, las dos amigas supieron que el Jardín Botánico de Santiago del Estero era un lugar mágico, lleno de misterios e historias. Y que lo único que necesitaban para ser felices era tenerse la una a la otra, sin importar las circunstancias.

Y así, cada vez que un niño visitaba el jardín, Lila y Tita sonreían, porque sabían que había mucho por descubrir y que las aventuras siempre podían traer sorpresas. Fin.

FIN.

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