La Aventura en la Selva



Una soleada mañana, Jean, el hermano mayor; Jahel, el hermano mediano; y Liz, la hermana menor, decidieron irse a acampar. Habían estado planeando esta aventura durante semanas, y por fin había llegado el día.

"¡Qué emoción!" - exclamó Liz mientras preparaba su mochila.

"No olvides la brújula y la linterna, Liz" - le recordó Jean. "No queremos perdernos en la selva."

"Claro, pero espero que no haya serpientes" - agregó Jahel, un poco asustado.

Con todo listo, partieron hacia el campamento que había en el corazón de la selva. En el camino, se encontraron con un sendero que parecía invitarles a explorar.

"Mirá ese camino, parece que va a algún lugar interesante" - sugirió Jean.

"Dale, vamos un ratito" - dijo Jahel, emocionándose al ver las plantas y los árboles.

"¿No deberíamos seguir el camino hacia el campamento?" - dudó Liz, mirando un mapa.

Pero la curiosidad pudo más, y decidieron desviarse. A medida que se adentraban en la selva, escuchaban el cantar de los pájaros y el murmullo de un arroyo cercano. Sin embargo, poco después, notaron que el camino se hacía cada vez más difícil de seguir.

"¿Estamos perdidos?" - preguntó Liz, comenzando a sentirse un poco nerviosa.

"No, solo tenemos que recordar cómo volvimos" - aseguró Jean.

De repente, algo sobresalió entre los árboles. Un hombre, cubierto de hojas y plantas, apareció ante ellos.

"¡Hola! Yo soy el Hombre de la Selva" - dijo con una voz amable.

"¿Hombre de la Selva?" - repitió Jahel, sorprendido. "¿Qué haces aquí?"

"Estoy aquí para cuidar de la selva y enseñar a los que vienen a visitarla, como ustedes" - respondió el hombre.

Liz observó con curiosidad.

"¿Nos puedes ayudar a volver al camino?" - preguntó.

"Claro, pero primero quiero mostrarles algunas maravillas de la selva. Si aprenden a cuidarlas, nunca se perderán" - dijo el Hombre de la Selva.

Los niños, intrigados, aceptaron la propuesta. El Hombre de la Selva les enseñó sobre las plantas, cómo hacer un refugio con hojas grandes y la importancia de no dejar basura en la naturaleza. Cada uno aprendió algo valioso.

"Mirá esas hojas, son muy útiles para hacer un refugio" - decía Jean, mientras seguía las explicaciones del hombre.

"Y si usamos estas frutas, podemos hacer una variedad de comidas ricas" - agregó Jahel, emocionado.

Luego de una entretenida mañana, el Hombre de la Selva sonrió y dijo:

"Ahora, ¿cómo van a recordar todo esto?"

"¡Podemos dibujar un mapa de lo que aprendimos!" - sugirió Liz, entusiasmada.

"Genial idea, Liz" - aprobó Jean.

"Así no nos perderemos la próxima vez que vengamos a explorar" - agregó Jahel.

Después de dibujar su mapa y aprender sobre la naturaleza, el Hombre de la Selva los guió de regreso al sendero correcto. Al llegar al campamento, los niños estaban encantados con su nueva experiencia.

"Gracias, Hombre de la Selva, por todo lo que nos enseñaste" - dijo Liz, sonriendo.

"Recuerden siempre cuidar de nuestro mundo natural" - respondió el Hombre, antes de desaparecer entre los árboles.

Ya en su campamento, Jean, Jahel y Liz hablaron sobre su día

"No solo aprendimos sobre las plantas, sino también a cuidar la selva" - dijo Jean.

"Y sobre cómo no perdernos en la naturaleza" - agregó Jahel.

"¡Fue una aventura inolvidable!" - exclamó Liz.

Con el corazón lleno de alegría y gratitud, los tres se acomodaron en sus sacos de dormir, listos para soñar con sus próximas aventuras en la selva. Y así, aquella experiencia se convirtió en un hermoso recuerdo que jamás olvidarían.

FIN.

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