La bandera que voló alto
Había una vez una bandera llamada Belgrano, que vivía en un viejo y polvoriento ático. A pesar de estar allí durante muchos años, la bandera siempre soñaba con volar libremente en el cielo azul de Argentina.
Un día, mientras la bandera estaba colgada en su perchero, escuchó a través de la ventana el sonido emocionante de una multitud celebrando.
Se asomó tímidamente para ver qué estaba pasando y se dio cuenta de que era el Día de la Independencia. La bandera Belgrano sintió un cosquilleo en sus hilos y supo que este era el momento perfecto para cumplir su sueño. Decidió escaparse del ático y emprender un viaje hacia la libertad.
Con mucho cuidado, desató sus nudos y se deslizó por la ventana abierta. En ese momento, una ráfaga de viento la atrapó y comenzó a llevarla por los aires.
La bandera Belgrano no podía creerlo: ¡estaba volando! Mientras volaba sobre las calles argentinas, se encontró con personajes peculiares que necesitaban ayuda. Primero, vio a un niño triste sentado en un banco del parque. "¿Qué te pasa?", preguntó la Bandera Belgrano preocupada.
"Hoy es mi cumpleaños y nadie ha venido a celebrarlo", respondió el niño con lágrimas en los ojos. La Bandera Belgrano tuvo una idea brillante: extendió sus colores rojo y blanco como si fueran brazos abrazadores e invitó al niño a bailar al ritmo del viento.
El niño sonrió y se unió a la danza, olvidando su tristeza. Continuando su vuelo, la Bandera Belgrano divisó a una anciana intentando cruzar una calle muy transitada. "¡Espérame!", gritó la bandera mientras descendía hacia ella.
"No puedo caminar tan rápido", respondió la anciana agotada. La Bandera Belgrano envolvió gentilmente a la anciana con sus hilos y juntos flotaron sobre los autos y peatones, llegando sanos y salvos al otro lado de la calle.
La anciana le dio las gracias con lágrimas de alegría en sus ojos. Mientras tanto, el cielo comenzó a oscurecerse y una tormenta se acercaba rápidamente. La Bandera Belgrano sabía que debía encontrar un lugar seguro antes de que fuera demasiado tarde.
Justo cuando estaba buscando refugio, vio a un grupo de niños jugando fútbol bajo la lluvia torrencial. Estaban desanimados porque no tenían una pelota adecuada para jugar. "¡Esperen! ¡Yo puedo ayudarlos!", exclamó la Bandera Belgrano emocionada.
Se enrolló en forma de esfera e instantáneamente se convirtió en una pelota roja y blanca perfecta. Los niños rieron y comenzaron a jugar felices bajo el resguardo de los colores patrióticos.
Finalmente, después de haber ayudado a tantas personas en su viaje, la Bandera Belgrano encontró un mástil alto donde podría ondear orgullosa junto con otras banderas. Desde allí, podía ver el país entero y sentirse parte de algo más grande que ella misma.
La Bandera Belgrano se dio cuenta de que la verdadera libertad no solo significaba volar libremente en el cielo, sino también ayudar a los demás y hacerlos felices.
Y así, la bandera ondeó con orgullo, recordándole a todos los argentinos que siempre hay una forma de ser libres y felices. Y desde aquel día, cada vez que alguien veía la bandera Belgrano ondeando en lo alto, recordaban su historia inspiradora y se esforzaban por ser mejores personas cada día.
Y así termina esta historia sobre la Bandera Belgrano: un símbolo de libertad, ayuda y felicidad para todos los argentinos.
FIN.