La bruja Winnie y el castillo abandonado
Era un día soleado en el pueblo de Pueblito Encantado, donde vivía la bruja Winnie. Winnie no era una bruja cualquiera; tenía un peculiar sombrero de copa y una escoba que volaba más rápido que cualquier otro objeto en el aire. Además, a Winnie le encantaba ayudar a los demás con sus pequeñas magias. Un día, decidió visitar a su amiga, la gata Wilma, quien vivía cerca del bosque.
"¡Hola, Winnie!", maulló Wilma, estirando sus patas. "¿A dónde vas con esa sonrisa tan grande?"
"¡Hola, Wilma! Voy a explorar el castillo abandonado que hay cerca del lago. He escuchado que puede tener tesoros escondidos y secretos. ¿Te gustaría venir conmigo?"
"¡Claro!", dijo Wilma emocionada. "Pero espero que no haya fantasmas."
Mientras se dirigían al castillo, Winnie decidió preparar algunos hechizos para estar preparadas. Con un toque de su varita y un giro de su muñeca, hizo aparecer un farol que iluminaba su camino.
Al llegar al castillo, se dieron cuenta de que estaba cubierto de hiedra y caía un silencio que impresionaba. Winnie aventuró a entrar.
"¡Wow, mirá esto!", exclamó Wilma. "¡Qué lugar más misterioso!"
"Sí, pero hay que tener cuidado. Podría haber trampas o criaturas que no queremos encontrar", advirtió Winnie.
En el interior del castillo, descubrieron un gran salón con muebles cubiertos de polvo y telarañas. De repente, escucharon un ruido extraño que las hizo saltar de susto. Al mirar, vieron una sombra moverse detrás de una puerta.
"¿Quién está ahí?", preguntó Winnie.
"Soy yo, el Fantasma del Castillo", respondió una voz apagada. "¿Qué hacen aquí?"
"¡No te asustes! Solo estamos explorando. No queremos hacerte daño", aseguró Winnie.
El fantasma apareció, era una figura triste que miraba por una ventana.
"Hace años que estoy aquí, y nadie se ha atrevido a entrar. Me siento solo y olvidado", dijo.
Winnie sintió compasión por él.
"¿Y qué te gustaría hacer para no sentirte solo?"
"Me gustaría que alguien recordara mi historia y luchara por arreglar el castillo", dijo el fantasma.
Winnie miró a Wilma, y juntas se llenaron de determinación.
"¡Nosotros te ayudaremos!", exclamó Winnie. "Pero necesitamos tus sabias historias, para que podamos transmitirlas a otros y conseguir ayuda para restaurar el castillo".
El fantasma se iluminó de alegría.
"¡Eso sería maravilloso!"
"Entonces, cuéntanos todo lo que sepas y haremos lo posible para ayudarte", añadió Wilma.
Y así, el fantasma comenzó a narrar historias mágicas de los antiguos reyes y reinas que vivieron allí. Cada historia desencadenaba un nuevo hechizo en Winnie, quien empezaba a hacer pequeñas mejoras en el castillo.
Con cada historia, el ambiente se iba llenando de una calidez que hacía desaparecer las telarañas y el polvo.
Finalmente, después de unas cuantas horas, el castillo había recuperado casi por completo su belleza.
"¡Ahora todo el mundo podrá conocer tu historia!", celebró Winnie.
"¡Gracias!", dijo el fantasma. "Por favor, vengan siempre que quieran."
Con una sonrisa, Winnie y Wilma decidieron que regresarían a contarle a todos en Pueblito Encantado sobre el maravilloso castillo y su historia.
"Prometemos que nunca te olvidaremos", dijo Wilma.
Desde entonces, el castillo abandonado se convirtió en un lugar de encuentro para todos los habitantes del pueblo. Winnie y Wilma visitaban al fantasma regularmente, compartiendo risas y aventuras.
Así, la bruja Winnie y su amiga enseñaron a todos que incluso los lugares más olvidados pueden cobrar vida con amor y amistad. Y sobre todo, que cada historia tiene el poder de hacer una gran diferencia.
FIN.