La carrera solidaria de Manuel y Lucas



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Bicis, un niño llamado Manuel que tenía un don especial: podía arreglar cualquier bicicleta que se le cruzara en su camino.

Desde muy chico mostró interés por las herramientas y la mecánica, y con el tiempo se convirtió en el mejor mecánico de bicicletas del lugar. Un día, el alcalde del pueblo decidió organizar una competencia de ciclismo entre los niños de la zona.

Todos estaban emocionados con la idea, excepto Lucas, un niño tímido y callado que no tenía bicicleta para participar en la carrera.

"¡Qué voy a hacer! No puedo competir si no tengo una bicicleta", se lamentaba Lucas mientras veía a los demás niños preparando sus veloces monturas. Manuel, que estaba cerca escuchando la conversación, se acercó a Lucas con una sonrisa amable. "No te preocupes, Lucas. Yo puedo ayudarte", dijo Manuel con seguridad. Lucas lo miró sorprendido y emocionado al mismo tiempo.

Manuel lo llevó a su taller y comenzó a trabajar en una vieja bicicleta abandonada que había encontrado días atrás. Dedicó horas enteras a reparar cada detalle, ajustando los frenos, engrasando la cadena y arreglando las ruedas.

Finalmente, cuando terminó, la bicicleta lucía como nueva. "¡Wow! ¡Está increíble!", exclamó Lucas emocionado al ver el resultado del trabajo de Manuel. El día de la carrera llegó y todos los niños estaban listos para partir.

Cuando dieron la señal de inicio, Manuel animaba desde la línea de meta a Lucas, quien pedaleaba con todas sus fuerzas en su flamante bicicleta reparada por su amigo. La competencia fue reñida y emocionante.

Los otros niños demostraron ser muy buenos ciclistas, pero Lucas no se rindió. Con esfuerzo y determinación logró alcanzarlos uno por uno hasta llegar al frente de la carrera. A pocos metros de la meta, Lucas y otro niño iban cabeza a cabeza.

Faltaba poco para definir al ganador cuando ocurrió algo inesperado: la cadena de la bicicleta del otro niño se rompió. Sin pensarlo dos veces, Lucas frenó en seco y retrocedió unos metros.

"¡Toma mi bici! ¡Vamos juntos hasta la meta!", gritó Lucas mientras le ofrecía su bicicleta al otro niño. Ambos montaron en ella y cruzaron juntos la línea de meta tomados de las manos. Fue un final inolvidable lleno de camaradería y espíritu deportivo.

Esa tarde, todos aplaudieron el gesto noble de Lucas e incluso el alcalde del pueblo le entregó un trofeo especial por su valentía y generosidad.

Desde entonces, Manuel siguiendo arreglandobicisyLucas continuo pedaleandocon una sonrisa, demostrando quela verdadera victoria estáen saber ayudary compartir con los demás. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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