La casa de la felicidad


Había una vez un carpintero llamado Pedro y su esposa, Ana. Vivían en un pequeño pueblo rodeado de árboles y montañas. Pedro era conocido por ser el mejor carpintero de la región, siempre construía muebles hermosos y duraderos.

Un día, mientras trabajaba en su taller, Pedro tuvo una idea brillante. Decidió construir una casa para él y Ana. Quería que fuera el lugar más acogedor del mundo, donde pudieran reír juntos de felicidad todos los días.

Pedro comenzó a trabajar sin descanso en la casa. Usó maderas preciosas y herramientas afiladas para crear cada detalle con amor y cuidado.

Mientras tanto, Ana se encargaba de decorar el interior de la casa con colores brillantes y muebles cómodos. Cuando finalmente terminaron la casa, Pedro y Ana se miraron emocionados.

La casa era simplemente perfecta; tenía grandes ventanas que dejaban entrar mucha luz natural, un jardín lleno de flores coloridas y hasta una hamaca para relajarse bajo el sol. Una tarde soleada, Pedro invitó a sus amigos del pueblo a visitar su nueva casa. Todos quedaron maravillados por la belleza del lugar. "¡Es como un sueño hecho realidad!", exclamó uno de ellos.

A medida que pasaban los días, las risas llenaban cada rincón de la casa.

Pedro e Ana disfrutaban desayunar juntos en la terraza mientras escuchaban el canto de los pájaros; luego trabajaban juntos en proyectos especiales en el taller; por las tardes daban largos paseos por el bosque, riendo y jugando como dos niños. Un día, mientras caminaban por el bosque, Ana encontró una pequeña ardilla herida. Estaba llorando de dolor y no podía moverse.

Sin pensarlo dos veces, Ana la tomó en sus brazos y decidió cuidarla hasta que se recuperara. Pedro construyó una jaula especial para la ardilla en su taller.

Todos los días, él y Ana la alimentaban con nueces y le daban agua fresca. Poco a poco, la ardilla comenzó a sanar gracias al amor y cuidado que recibía de ellos. Un mes después, cuando la ardilla se había recuperado por completo, Pedro e Ana decidieron liberarla en el bosque.

La pequeña criatura saltó de alegría al encontrarse libre otra vez. Esa noche, Pedro e Ana se sentaron frente a la chimenea de su casa.

Miraron las llamas danzar mientras recordaban todo lo que habían vivido juntos: desde la construcción de su hogar hasta el rescate de la ardilla. "Estamos rodeados de felicidad", dijo Pedro sonriendo ampliamente. "Y todo empezó con nuestro deseo de reír juntos todos los días", respondió Ana emocionada.

Desde aquel día, cada vez que alguien pasaba cerca de su casa escuchaba risas contagiosas saliendo por las ventanas abiertas. Y es que Pedro e Ana habían descubierto que cuando compartes tu felicidad con otros seres vivos, ésta se multiplica aún más.

Así fue como el carpintero y su esposa lograron crear un hogar lleno de risas eternas donde reinaba la felicidad. Y cada vez que alguien necesitaba una sonrisa, sabía que podía encontrarla en la casa del carpintero y su esposa.

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