La chica a la que le gustaba dibujar
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, una niña llamada Clara. Clara era una chica divertida y soñadora que siempre llevaba una libreta y lápices de colores consigo. Su mayor pasión era dibujar. Desde que tenía memoria, pasaba horas sentada en el parque, llenando su libreta de cadenas de flores, árboles altos y el cielo estrellado.
Un día, mientras Clara estaba en su lugar favorito bajo un gran sauce llorón, dibujando un paisaje de la primavera, se le acercó su mejor amigo, Tomás.
"¿Qué haces, Clara? ¡Se ve hermoso!" - le dijo Tomás, mirando la libreta llena de colores.
"Gracias, Tomás. Estoy tratando de dibujar el jardín de la abuela. Siempre tiene las flores más lindas" - respondió Clara, sonriendo.
"Deberías mostrarle a la señora Rosa. Ella es la directora de la escuela de arte. Tal vez le encante lo que haces" - sugirió Tomás con entusiasmo.
Clara sintió que su corazón latía un poco más rápido. La idea de mostrar sus dibujos a alguien tan importante la llenaba de nervios. Pero también la emocionaba.
"Creo que tengo un poco de miedo... ¿Y si a nadie le gusta?" - murmuró.
"No te preocupes por eso, Clara. Lo importante es que dibujas porque te gusta, no para impresionar a los demás" - le dijo Tomás, intentando animarla.
Después de pensarlo un poco, Clara decidió que compartir su arte sería un buen desafío. Así que al día siguiente, se armó de valor y fue a la escuela de arte. La casa donde estaba la escuela era grande y colorida, con murales en las paredes. Al entrar, su corazón latía con fuerza.
La señora Rosa estaba sentada en su escritorio, mirando algunos trabajos de otros estudiantes. Clara respiró hondo y se acercó a ella.
"Hola, señora Rosa. Me llamo Clara y me gusta mucho dibujar. Quisiera mostrarle mis dibujos." - dijo tímidamente.
La señora Rosa levantó la mirada, y su cara se iluminó al ver la libreta.
"¡Claro que sí, Clara! Siempre es un placer conocer a nuevas artistas. ¿Te gustaría que los viéramos juntos?" - respondió con una gran sonrisa.
Clara abrió su libreta y comenzó a mostrar sus dibujos. La señora Rosa se inclinó hacia adelante, observando cada uno de los trazos llenos de color.
"¡Estos son maravillosos! Tienes un don especial, Clara. ¿Te gustaría participar en el concurso de jóvenes artistas de Arcoíris?" - preguntó la directora, llenando a Clara de alegría.
"¿Un concurso? ¡No sé si estoy lista para eso!" - dijo Clara, sintiéndose abrumada.
"No tienes que preocuparte. Lo importante es que te diviertas y pongas todo tu corazón. ¡Además, ¡podrías hacer nuevos amigos!" - explicó la señora Rosa, animándola.
Clara aceptó el desafío y comenzó a trabajar en una obra para el concurso. Día tras día, volvía al parque para inspirarse, llenando su libreta de ideas. Pero, a medida que se acercaba el día del concurso, Clara comenzó a dudar de sí misma.
"Tomás, creo que no puedo hacerlo. Mis dibujos no son tan buenos como los de otros. ¡Son tan bonitos!" - le dijo, con lágrimas en los ojos, a su amigo mientras se sentaban bajo el sauce.
"Clara, no te compares con los demás. Lo que importa es que dibujas con tu corazón. Además, ¡tu estilo es único! La gente quiere ver a Clara, no a otra persona." - contestó Tomás, muy decidido.
Poco a poco, Clara se llenó de confianza. Recordó el amor que sentía al dibujar y decidió que no se rendiría.
Finalmente, llegó el día del concurso. Clara llegó con entusiasmo y se sintió tranquila al ver a otros niños y a la señora Rosa, que estaba muy orgullosa de todos los participantes.
Cuando llegó el momento de presentar su dibujo, Clara se puso nerviosa, pero al ver a su amigo Tomás alentándola desde el público, encontró el valor para hablar.
"Hola, me llamo Clara y mi dibujo se llama ‘El jardín de los sueños’. Espero que les guste" - dijo con una sonrisa.
Cuando terminó, el público la aplaudió con entusiasmo. Clara sintió que había logrado algo importante, más allá de ganar un premio o reconocimiento.
Al final del día, aunque no ganó el primer puesto, recibió un reconocimiento por su participación y la pasaron muy bien. La señora Rosa se acercó y le dijo:
"Clara, estoy muy orgullosa de ti. Lo más importante es que te atreviste a compartir tu arte. Te espero en las clases de arte que comenzarán el próximo mes!" - sonrió la directora.
Desde aquel día, Clara nunca se detuvo. Siguió dibujando, creciendo y haciéndolo con amor. Se unió al grupo de arte de la escuela, donde hizo grandes amigos e inspiró a otros niños a no rendirse y seguir sus pasiones.
Y así, la chica que amaba dibujar no solo pintó hermosos paisajes, sino también una vida llena de colores, amistad y sueños.
FIN.