La chica del bosque y la manzana mágica



Érase una vez una niña llamada Lucía que amaba explorar el bosque cerca de su casa. Un día, mientras caminaba entre los árboles altos y las flores coloridas, se encontró con una vieja torre cubierta de enredaderas verdes.

Curiosa, Lucía se acercó y, para su sorpresa, vio a un forastero en lo alto de la torre. El hombre, de mirada amable y cabello despeinado, estaba sentado en la ventana comiéndose una jugosa manzana roja. La manzana brillaba bajo la luz del sol, como si tuviera magia.

"¡Hola!" - gritó Lucía, levantando la mano.

El forastero miró hacia abajo y le sonrió.

"¡Hola! ¿Qué haces por aquí, pequeña?" - preguntó con voz suave.

"Explorando el bosque. ¡Nunca había visto una torre tan extraña!" - respondió Lucía, admirando la construcción antigua.

"Esta torre es muy especial. Lleva años olvidada, pero guarda secretos interesantes" - explicó el hombre mientras mordía la manzana.

Intrigada, Lucía se preguntó qué secretos podrían esconderse dentro de la torre.

"¿Puede que me cuentes sobre esos secretos?" - preguntó Lucía, con los ojos llenos de curiosidad.

"Claro, pero primero debes hacer un trato conmigo. Tómate un momento para pensarlo: si quieres conocer los secretos de la torre, debes prometerme que serás valiente y abierta a aprender cosas nuevas. ¿Aceptas?" - dijo el forastero.

Lucía pensó en su respuesta y, emocionada, asintió con la cabeza.

"¡Acepto!" - afirmó con determinación.

El forastero sonrió y, con un gesto, le indicó que subiera. Con paciencia y energía, Lucía subió los escalones de la torre.

Al llegar arriba, se encontró con una habitación llena de libros antiguos, mapas de tesoros y extraños objetos que nunca había visto. Lucía se maravilló ante aquella vista.

"Este lugar es increíble…" - murmuró, acercándose a una esfera de cristal que brillaba con diversos colores.

"Este es sólo el comienzo. Aquí hay algo que debes descubrir" - le dijo el forastero, mientras terminaba su manzana y la desechaba en un cesto de mimbre.

"¿Qué debo hacer?" - preguntó Lucía, mientras su corazón latía con emoción.

"Debes resolver una acertijo. Los cautivos de la torre han dejado pistas para poder salir y explorar el mundo nuevamente. Aquí lo que importa es tu ingenio y voluntad para aprender" - explicó el forastero.

Lucía, entusiasmada, aceptó el desafío. El forastero le presentó un libro lleno de acertijos sobre la naturaleza y el conocimiento, algo que a Lucía siempre le había encantado. A pesar de que algunos eran difíciles, en cada intento aprendía algo nuevo.

Con cada respuesta correcta, el forastero le contaba historias sobre cómo él mismo había sido aprendiz de grandes maestros, y cómo su curiosidad lo había llevado a vivir aventuras por todo el mundo. El tiempo pasó volando, y Lucía se sintió más valiente y segura de sí misma de lo nunca antes experimentado.

Finalmente, resolvió el último acertijo y el forastero aplaudió, contento por su esfuerzo.

"¡Has sido increíble, Lucía! Ahora que has demostrado tu valentía, puedes llevarte un poco de esta magia contigo. Desde ahora, cada vez que veas una manzana, recuerda que el conocimiento y la curiosidad son la verdadera magia" - dijo el forastero, entregándole una pequeña manzana dorada.

Lucía tomó la fruta. Era hermosa y parecía brillar con su propia luz.

"Gracias, por todo lo que me enseñaste. Prometo seguir explorando y aprendiendo siempre" - respondió Lucía, sintiéndose muy agradecida.

"Y un último consejo: comparte todo lo que aprendas con los demás, así la magia se multiplicará" - agregó el forastero, mientras la ayudaba a bajar de la torre.

Lucía regresó a casa con un corazón lleno de alegría y promesas. Desde ese día, no solo continuó explorando el bosque, sino que también compartió sus descubrimientos con todos los gimnasios y niños de su barrio. Y así, se convirtió en una gran aventurera del conocimiento, llevando un poquito de la magia del forastero, la curiosidad por el mundo y el amor por aprender, en cada rincón de su vida.

FIN.

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