La Fiesta de la Amistad



Título: El Día de la AlegríaHabía una vez en un pequeño pueblo, un niño llamado Martín que siempre estaba lleno de alegría. Su risa resonaba por todos lados y contagiaba a todos los que estaban a su alrededor.

Martín vivía en una casa colorida con un jardín repleto de flores y árboles frutales. Una mañana soleada, Martín se despertó emocionado porque era su cumpleaños. Sus papás le tenían preparada una sorpresa muy especial.

Al entrar a la cocina, vio una enorme torta decorada con velas brillantes y coloridas. - ¡Feliz cumpleaños, Martín! - gritaron sus papás mientras soplaba las velas. Martín estaba tan feliz que no paraba de sonreír y dar saltitos de alegría.

Después del desayuno, salieron al jardín donde lo esperaban sus amigos para festejar. Había globos de colores, música alegre y juegos divertidos. - ¡Qué lindo es estar rodeado de amigos en mi cumpleaños! - exclamó Martín.

De repente, uno de sus amigos propuso jugar a la búsqueda del tesoro. Todos se entusiasmaron y comenzaron a buscar pistas por todo el jardín. Finalmente, encontraron el tesoro escondido bajo un árbol: bolsitas con golosinas para todos.

- ¡Qué emoción haber encontrado el tesoro! - dijo Martín con los ojos brillantes. Cuando llegó la hora de soplar las velitas otra vez, Martín pidió un deseo en silencio y sopló con todas sus fuerzas. Todos aplaudieron y cantaron "Feliz Cumpleaños".

Era un momento mágico lleno de alegría y amor. Al finalizar la fiesta, mientras se despedían sus amigos le entregaron dibujos hechos por ellos mismos como regalo. Martín los miró emocionado y les dio un abrazo a cada uno.

- Gracias por hacer mi día tan especial, estoy muy feliz - les dijo con una sonrisa radiante.

Martín guardó esos dibujos como tesoros en su corazón y supo que la verdadera felicidad estaba en compartir momentos especiales con las personas que queremos. Desde ese día, cada vez que recordaba su cumpleaños sentía una cálida sensación en el pecho: era la alegría de saberse amado y rodeado de personas maravillosas.

Y así fue como Martín aprendió que la verdadera riqueza está en los momentos compartidos con amor y alegría. Fin

FIN.

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