La granja de los amigos solidarios
Era un día soleado en la granja de Don Pablo. Las flores brillaban con colores vibrantes, y los animales paseaban felices por los alrededores. Pero había una gallina, Clara, que estaba muy triste. Había perdido a sus diez pollitos en un descuido. Mientras recorría la granja, gemía con voz melancólica.
"¡Oh, mis queridos pollitos! ¿Dónde estarán?" - decía Clara, mirando al cielo y al suelo, pero sin ver rastro de ellos.
Los demás animales la escucharon y decidieron ayudarla. Primero, el Pato Pipo, que siempre tenía un espíritu aventurero, se acercó a Clara.
"¡No te preocupes, Clara! ¡Vamos a buscar a tus pollitos!"
"Sí, Pipo, pero no tengo idea de dónde podrían estar" - respondió Clara con lágrimas en los ojos.
Pipo, con su entusiasmo, le dijo:
"Yo tengo un buen sentido de la orientación. ¿Qué te parece si cada uno de nosotros busca por algunas zonas de la granja?"
Clara sintió que había un rayo de esperanza y aceptó encantada la propuesta. Todos los animales se pusieron en marcha. El caballo, llamado Rayo, que era muy ágil y rápido, decidió sumarse a la búsqueda.
"Voy a ir al campo de alfalfa, ahí siempre hay sorpresas" - dijo Rayo.
"Buena idea, Rayo. Yo voy al estanque, quizás los pollitos se hayan acercado a beber agua... ¡no se preocupen, los encontraré!" - exclamó Pipo entusiasmado.
La vaca, que se llamaba Lechita, decidió ir con Rayo.
"Voy contigo, Rayo. Aunque soy un poco más lenta, me gustaría ayudar" - dijo Lechita.
Mientras tanto, Clara empezó a caminar por los alrededores, decidida a no perder la esperanza. Ella fue hacia el gallinero, donde recordaba haber visto a sus pollitos por última vez.
Pipo, Rayo y Lechita comenzaron su búsqueda.
En el estanque, Pipo se asomó y, entre la maleza, vio unos movimientos.
"¡Mira! ¡Son tus pollitos, Clara!" - gritó emocionado.
Por un momento Pipo pensó que todo estaba resuelto, pero al acercarse, se dio cuenta que solo había tres pollitos:
"¡Sólo encontré a tres! ¡Pero al menos son un comienzo!"
Pipo se llevó a los primeros tres pollitos y su corazón se llenó de alegría.
Mientras tanto, Rayo y Lechita inspeccionaron el campo de alfalfa. Pasaron un buen rato buscando, hasta que de repente, vieron algo moverse detrás de unos arbustos.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Rayo.
"¡Voy a mirar!" - dijo Lechita.
Al acercarse, ¡sorpresa! Allí estaban cuatro pollitos que habían estado escondidos, haciendo travesuras.
"¡Los hemos encontrado!" - gritó Lechita llena de emoción.
Mientras tanto, Clara, cansada pero llena de fe, siguió buscando. De repente, cuando pasó al lado de un viejo roble, escuchó un sonido familiar:
"Pío, pío, pío".
"¿Es usted uno de mis pollitos?" - preguntó Clara mirando al árbol, y para su alegría, ahí estaban escondidos otros tres pollitos que se habían trepado a jugar entre las ramas. Sin dudarlo, Clara los abrazó con mucho amor.
Finalmente, al regresar todos a la granja, se encontraron en el camino.
"¡Mirad! Yo encontré tres pollitos" - dijo Pipo.
"Y yo encontré cuatro" - añadió Rayo, riendo a carcajadas.
"Y yo encontré tres más en el árbol" - dijo Clara, feliz.
Era un total de diez pollitos, de nuevo todos juntos.
"¡Lo conseguimos!" - gritaron todos a la vez.
"Gracias a todos por ayudarme a buscar. No hubiera podido sin ustedes" - dijo Clara emocionada.
"Siempre estamos para ayudar a los amigos."
Desde ese día, en la granja, los animales hermanaron sus lazos de amistad. Aprendieron que la solidaridad y el trabajo en equipo son esenciales para lograr cualquier objetivo. Aunque vivieron muchas aventuras, aquella búsqueda de los pollitos fue la que más los unió. Y así, cada vez que alguien estaba triste, recordaban la lección de Clara:
"En la amistad, siempre hay esperanza."
Y la granja, que resonaba con risas y alegría, se convirtió en un lugar mágico donde la solidaridad brillaba por doquier.
A partir de aquel día, Clara no sólo se sentía segura de su hogar, sino que se comprometió a ayudar a otros, como sus amigos lo habían hecho por ella. Juntos, hicieron de la granja un lugar aún más especial, lleno de amor y compañerismo.
FIN.