La hija de la Costura



Había una vez, en un encantador pueblito llamado Las Costuritas, un niño llamado Tomás. Tomás era un niño curioso, lleno de energía y siempre deseoso de aprender. Un día, mientras se dirigía a la escuela, notó una gran carpa de colores vibrantes en la plaza. Se acercó y escuchó a un grupo de niños riendo y jugando alrededor de un elemento brillante en el centro.

-'¿Qué es esto?' -preguntó Tomás- '¿Puedo jugar también?'

-'¡Hola! ¡Soy Costanza!' -exclamó una niña de pelo rizado que se asomó detrás de la carpa- 'Esto es una tienda de costura mágica. ¡Ven, ven!'.

Tomás, encantado, se unió al grupo y comenzó a escuchar lo que Costanza y sus amigos habían estado haciendo.

-'Estamos haciendo ropa con estos tejidos mágicos. Puedes hacer lo que quieras con ellos. ¡Son infinitos!' -explicó Costanza mientras mostraba pedazos de tela que brillaban bajo el sol.

Tomás tenía una mirada de asombro. No podía creer lo que veía. Le picaba la curiosidad y decidió probarlo también.

-'No sé nada sobre costura', -dijo un poco nervioso- '¿Puedo aprender?'

-'¡Claro que sí! -respondió Costanza- '¡Todos pueden aprender a coser! Te enseñaré.'

Con el paso de los días, Tomás visitaba la tienda de Costanza cada vez que podía. Ella le mostraba cómo hacer puntos simples, cómo unir dos telas, y cómo usar su imaginación para crear cosas sorprendentes. De a poco, Tomás se fue volviendo experto. Hacía bolsas, bufandas, e incluso un sombrero con alas, que era su favorito.

Un día, Costanza le sugirió hacer algo especial para la feria anual del pueblo.

-'¿Qué te parece si hacemos un desfile de moda? Así podremos mostrar lo que hemos creado.'

Tomás se sintió emocionado, pero también un poco nervioso.

-'Pero… no soy una modelo. ¿Y si a la gente no le gusta?' -preguntó.

-'No te preocupes, Tomás. Todos los que trabajen duro pasarán un buen rato. Recuerda, lo más importante es divertirse y ser creativo.' -le aseguró Costanza.

Al día siguiente, ambos se pusieron manos a la obra. Pasaron horas llenas de risas y colores, confeccionando los trajes más raros y divertidos que uno pudiera imaginar.

Finalmente, llegó el día del desfile. Los niños de la escuela estaban todos presentes, llenos de expectativa. Los corazones de Tomás y Costanza latían con fuerza mientras esperaban su turno. Cuando llegó el momento, se subieron a la pasarela.

-'¡Mirá! ¡Es el sombrero con alas!', -gritó un niño- '¡Es genial!'

Los aplausos resonaron en el aire, y al final de su caminata, Tomás se sintió como el niño más feliz del mundo. A pesar de sus nervios, había disfrutado mucho del desfile. Terminada la presentación, Costanza se acercó a él.

-'Lo hiciste genial, Tomás. Estoy tan orgullosa de ti.'

Tomás sonrió, y entendió que haber arriesgado un poco valió la pena. No solo había aprendido a coser, sino que también había hecho alarde de su creatividad y logrado compartirlo con los demás.

-'Gracias, Costanza. ¡Por tu apoyo siempre!' -dijo Tomás mientras le daba un abrazo.

Desde ese día, Tomás y Costanza continuaron creando juntos, y así, aprendieron que con dedicación, amistad y un poco de magia, se podían lograr grandes cosas. Ya no importaba si eran chicos o grandes, ¡lo más importante era compartir y disfrutar el arte de crear!

Y así, en el pintoresco pueblito de Las Costuritas, los sueños y la costura seguían entrelazados en cada rincón. Y Tomás, siempre recordaría que atrás de cada historia hay magia y amistad esperando ser descubierta.

FIN.

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