La Mariposa y los Niños de Tucumán


En la hermosa ciudad de Tucumán, vivía una mariposa muy especial. Tenía las alas de un vibrante color celeste y blanco, los mismos colores de la bandera de Argentina. Esta mariposa, a la que llamaban 'Celestina', vivía en el patio de una pequeña casa, donde había un grupo de niños curiosos y juguetones. Todos los días, los niños se reunían en el patio para jugar y observar a la hermosa mariposa. Ellos la veían revolotear entre las flores con gracia y alegría, y soñaban con atraparla para admirarla de cerca.

Un día, los niños se acercaron a Celestina con la intención de atraparla, pero cada vez que extendían sus manos, ella revoloteaba con más fuerza y se alejaba. Los niños, curiosos por saber por qué la mariposa no quería ser atrapada, decidieron preguntarle. Entonces, uno de los niños, llamado Tomás, le preguntó a la mariposa: '- ¿Por qué no te dejás atrapar? Queremos verte de cerca y jugar contigo.'

La mariposa, con voz suave y delicada, respondió: '- Queridos niños, admiro su entusiasmo, pero nací para ser libre. Mis alas fueron hechas para volar y alegrar los campos, no para estar encerrada. Si me atraparan, mi alegría desaparecería y ya no podría volar libremente por los cielos ni visitar las hermosas flores que me dan vida. Por favor, entiéndanlo.'

Los niños se miraron entre sí, impresionados por las palabras de la mariposa. Comenzaron a comprender que, aunque les gustaría tenerla cerca, la verdadera belleza de Celestina radicaba en su libertad.

A partir de ese día, los niños aprendieron a disfrutar la compañía de Celestina desde lejos, observando sus danzas alrededor de las flores y escuchando el suave batir de sus alas. Comprendieron que la verdadera felicidad de la mariposa residía en su libertad, y que atraparla sería negarle eso que la hacía especial. Los niños también aprendieron a respetar y cuidar a las mariposas, asegurándose de que el patio estuviera lleno de hermosas flores para que Celestina y otras mariposas tuvieran siempre un lugar seguro donde revolotear.

Así, la historia de Celestina y los niños de Tucumán se convirtió en una lección de respeto hacia la naturaleza y en un recordatorio de que todas las criaturas, grandes o pequeñas, merecen vivir en libertad.

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