La niña que cantaba bajo el ceibo
En un pequeño pueblo argentino, donde los ceibos florecían coloridos, vivía una niña llamada Lila. A Lila le encantaba cantar. Desde que se despertaba hasta que se iba a dormir, su voz melodiosa llenaba el aire. A veces cantaba en su idioma nativo, a veces en un español que sus amigas entendían, pero su canción favorita era una mezcla de ambas.
"¡Lila! ¡Deja de cantar y ven a jugar!" gritaba su amiga Sofía desde la plaza.
"Pero es que hoy tengo una nueva canción sobre el viento y el río!" respondió Lila con alegría.
Sin embargo, a veces Lila se sentía insegura. Los chicos del colegio, con sus comentarios burlones, le decían que sus canciones no eran cool. Un día, en un recreo, Juan, un compañero, la miró y dijo:
"Tus canciones son raras, Lila. Mejor canta como los de la tele."
Lila sintió que su corazón se encogía. Pero la música que llevaba dentro no se podía callar. Una tarde, mientras practicaba en el jardín, su abuela la escuchó y se acercó.
"¿Por qué no cantas en la escuela, Lila?" le preguntó su abuela.
"Porque creo que no les gusta. Solo quieren escuchar cosas diferentes", contestó la niña, cabizbaja.
La abuela sonrió con dulzura.
"Querida, el canto de tu corazón es único, y eso es lo que lo hace especial. En la cultura indígena, cada voz cuenta una historia. No dejes que los demás apaguen tu luz."
Inspirada por las palabras de su abuela, Lila decidió organizar un espectáculo en la escuela. Se armó de valor y fue a hablar con la profesora.
"Seño, ¿puedo presentar una canción especial en el festival?" preguntó, con el brillo de la determinación en sus ojos.
"Por supuesto, Lila. Me encantaría ver lo que puedes ofrecer!" respondió la profesora.
Lila comenzó a ensayar. Todos los días, al terminar las clases, se encerraba en su habitación y practicaba. Hizo un mix de canciones tradicionales de su pueblo y algunas melodías modernas. Así, combinaba el indigenismo con toques de pop.
El día del festival llegó. El auditorio estaba lleno de compañeros, maestros y padres. Lila, con su vestido de flores, se sentía algo nerviosa. Al subir al escenario, notó las miradas curiosas de sus compañeros.
"Voy a cantar sobre el viento, el sol y nuestras raíces. Espero que lo disfruten!" dijo Lila, con una voz temblorosa.
Y así comenzó. La mezcla de sus canciones llenó el aire, y lo que al principio parecía incierto, se transformó en magia. Cuando terminó, la audiencia, sorprendida, la aplaudió con entusiasmo. Sofía, que estaba en primera fila, gritó:
"¡Sos increíble, Lila! ¡Canta más!"
Lila sintió como si flotara. Todos los niños comenzaron a unirse y a cantar con ella. En ese momento, comprendió que su voz era un regalo que podía compartir, y que la música, sin importar su estilo, unía a las personas.
Desde aquel festival, Lila nunca dejó de cantar. La mezcla de su cultura indígena y su espíritu moderno se volvieron el ritmo del pueblo. A partir de entonces, Lila aprendió a no tener miedo de ser ella misma, porque ser diferente es lo que nos hace especiales. Y así, bajo el ceibo, su melodía seguía resonando, inspirando a otros a encontrar y celebrar su propia voz.
FIN.