La Noche de Brujas en la Calle San Diego



Era una noche mágica en el sector El Trigal. Las estrellas brillaban más que nunca y la luna llenaba el cielo con su luz plateada. Amatista y Alely, dos hermanas muy unidas, estaban listas para salir a pedir dulces en la famosa calle San Diego. Vestidas con sus disfraces, Amatista se había puesto un vestido de bruja negro con un sombrero puntiagudo, mientras que Alely llevaba una capa de superheroína brillante.

"¡Estoy tan emocionada! Hoy vamos a conseguir un montón de dulces", dijo Amatista mientras ajustaba su sombrero.

"Sí, pero recordá que también tenemos que ser amables y decir gracias", recordó Alely, con una sonrisa.

Las dos hermanas comenzaron su aventura recorriendo la calle San Diego. Las casas estaban decoradas con calabazas, telarañas y luces parpadeantes. En cada puerta que tocaban, siempre recibían dulces de los amables vecinos.

"¡Truco o trato!", gritaban al unísono.

Malena, la vecina que siempre preparaba galletitas de chocolate, abrió la puerta con una gran sonrisa.

"¡Hola, chicas! Tomen, estas son mis famosas galletitas. ¡Feliz Noche de Brujas!"

Amatista y Alely llenaron sus bolsas con dulces, pero Alely tuvo una idea brillante.

"¿Y si invitamos a nuestros amigos a unirse a nosotros? ¡Esto podría ser más divertido!"

Amatista estuvo de acuerdo, así que llamaron a su grupo de amigos que rápidamente se les unieron. Pero a medida que avanzaban, llegaron a una casa que nunca antes habían visto. Era antigua, con árboles retorcidos y ventanas oscuras.

"¿Vamos a llamar? Me da un poco de miedo", dijo Amatista, sintiendo que un escalofrío le corría por la espalda.

"¡Vamos! No podemos perdernos la oportunidad de pedir dulces aquí", animó Alely. Así que decidieron tocar la puerta.

Para su sorpresa, la puerta se abrió lentamente y apareció una señora mayor con una gran sonrisa y un delantal lleno de harina.

"¡Hola, niños! Me alegra que hayan venido. ¡No tengo dulces, pero puedo ofrecerles algo mejor!"

Las hermanas, confundidas, miraron a la señora.

"¿Qué será?" preguntó Alely curiosa.

"¡Galletitas caseras! Las hice esta tarde. Si me ayudan a decorarlas, podrán llevarse un montón a casa", les propuso la señora.

Amatista y Alely se miraron emocionadas. Era una oportunidad única, así que aceptaron. Junto a sus amigos, entraron a la cocina, donde la señora les enseñó a decorar las galletitas de diferentes formas con glaseado, chispas de chocolate y fideos de colores.

Mientras decoraban, la abuela les contó historias sobre la Noche de Brujas, sobre cómo las tradiciones de pedir dulces habían comenzado y la importancia de compartir y hacer amigos.

"En esta noche, no se trata solo de recibir, sino de dar y disfrutar juntos. Cada vez que decoren una galletita, piensen en los amigos y en cómo pueden compartir su alegría", dijo la señora.

Las chicas, entusiasmadas, comenzaron a decorarlas con dedicación. Al final, habían hecho galletitas tan hermosas que no podían esperar para llevarlas a casa.

"Gracias por su ayuda, niñas. Recuerden que un simple acto de bondad puede iluminar la noche de alguien", les recordó la señora mientras les entregaba una bolsa llena de galletitas.

"¡Gracias! Vamos a compartirlas con nuestros amigos y familia", dijo Amatista, sintiendo que su corazón se llenaba de alegría.

Las hermanas, ahora con sus bolsas repletas, salieron de la casa de la señora y continuaron su recorrido por la calle San Diego, riendo y disfrutando de todos los dulces. En el camino, decidieron compartir algunas de las galletitas que habían decorado con sus amigos.

Esa noche, no solo recolectaron dulces, sino que también aprendieron el verdadero significado de la generosidad y la felicidad.

"Es verdad lo que dijo la señora. Compartir nos hace más felices", afirmó Alely mientras masticaban su galletita decorada.

"Sí, ¡y le contaremos a mamá sobre esta aventura!", respondió Amatista, sintiéndose plena.

Regresaron a casa, llevando no solo su botín de dulces, sino también un gran recuerdo de la noche.

"¡Feliz Noche de Brujas!", gritaron las dos al unísono, prometiendo que el próximo año volverían a vivir otra aventura de la misma manera: con alegría y generosidad en sus corazones.

FIN.

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