La Noche de las Sombras
En un pequeño pueblo rodeado de un oscuro bosque, donde las hojas susurraban historias antiguas, se encontraba un castillo abandonado. Las niñas del pueblo, Sofía y Valentina, siempre habían escuchado cuentos sobre un vampiro y una bruja que habitaban en ese lugar. Pero nunca se habían atrevido a acercarse. Una noche de luna llena, decidieron que era el momento de conocer la verdad.
"¿Tenés miedo, Sofía?" -le preguntó Valentina, aferrando su linterna.
"No, para nada. Solo siento un poco de emoción" -respondió Sofía con una sonrisa nerviosa.
Con valentía, se adentraron en el bosque. Los árboles parecían moverse a su alrededor, y sombras danzaban entre las ramas. De repente, un búho ululó, y chicas se asustaron un poco.
"Solo fue un búho. Sigamos" -aseguró Valentina.
Al llegar al castillo, encontraron la enorme puerta entreabierta. Entraron, y una brisa helada las envolvió. En las paredes había retratos de antiguos habitantes, algunos con miradas inquietantes. Mientras exploraban, escucharon un sonido extraño, como un suave susurro.
"Tal vez deberíamos irnos" -dijo Sofía, con un tono temeroso.
Pero Valentina, con curiosidad, continuó avanzando.
"¡Mirá!" -exclamó, señalando un candelabro que iluminaba una sala. En medio de la habitación había una mesa cubierta con extraños frascos y un libro abierto. Sofía se acercó cautelosa.
"Esto es de una bruja. ¡Deberíamos irnos!" -insistió Sofía, pero Valentina la detuvo.
"Es solo un libro. Tal vez nos cuente sobre la bruja" -dijo, hojeando las páginas. De repente, unas letras comenzaron a brillar.
"¡Oh!" -gritaron al unísono, cuando de las páginas salió una vaporosa figura:
"Soy la bruja Mabel, guardiana de este lugar. No vengo a hacerles daño, pero mi magia está atada a este castillo. Necesito ayuda".
"¿Ayuda?" -preguntó Sofía, algo confundida.
"Sí. Un vampiro ha tomado mi lugar y quiere apoderarse del bosque. Si no lo detenemos, el pueblo quedará en sombras."
Valentina la miró emocionada.
"¡Podemos ayudar!" -dijo con determinación.
"Para eso, necesitan tres cosas: el polvo de estrella, el agua de los ríos encantados y el eco de una risa pura" -explicó la bruja.
Las niñas sabían que para conseguir el polvo de estrella debían ir a la cima de la montaña. Así que, después de asegurarse de que los cielos eran claros, se dirigieron a la montaña, donde recogieron el polvo brillando en el suelo bajo la luz de las estrellas.
Luego, fueron al río encantado, donde el agua refrescante y brillante parecía hablar.
"Necesitamos agua para ayudar a la bruja Mabel" -dijo Sofía al río.
"Por supuesto. Pero para ello, deben hacerme reír" -respondió el río.
Las niñas comenzaron a contar chistes, a contar historias divertidas y, al final, lograron que el río se riera con sus ocurrencias. Así, llenaron su frasco con el agua mágica.
"Falta lo más importante: el eco de una risa pura" -dijo Valentina.
Conversaron y decidieron hacer una fiesta sorpresa en el bosque, invitando a todos sus amigos. La risa y la alegría que se compartió fue tanta que el eco rebosó de felicidad. Con todo reunido, regresaron al castillo.
"Aquí están los elementos, Mabel" -dijo Valentina al entregarle los objetos.
Mabel, con sus manos temblorosas, mezcló los ingredientes en un caldero burbujeante.
"¡Con esto, el vampiro no podrá tomar más el control!" -exclamó y con un giro mágico, lanzó el hechizo.
En un instante, el vampiro apareció. Sin embargo, al ver el brillo del caldero y la risa resonando, se dio cuenta de que la tristeza no era la forma de vivir. Era un vampiro solitario porque no sabía cómo hacer amigos.
"¿Por qué no pruebas a jugar con ellas?" -sugirió Mabel.
El vampiro se quedó pensativo, y luego sonrió.
"Me gustaría intentarlo" -dijo con voz suave.
Desde aquella noche, el vampiro se unió a las chicas y a la bruja, celebrando aventuras bajo la luna y aprendiendo a compartir risas en lugar de sombras. Todos vivieron felices, enseñando al pueblo que la amistad, incluso en los lugares más oscuros, siempre puede brillar.
"Y siempre podemos encontrar magia en el amor, la risa y la amistad" -concluyó Mabel.
Y así, las tres se convirtieron en las mejores amigas, cada noche iluminando el bosque con sus risas.
Fin.
FIN.