La valentía de Lana en el Jardín de las Amistades


Había una vez en un hermoso jardín de flores coloridas y árboles frondosos, una pequeña ovejita llamada Lana.

Lana estaba muy emocionada porque era su primer día en el Jardín de las Amistades, un lugar donde todos los animalitos se reunían para jugar y divertirse juntos. Lana miraba a su alrededor con curiosidad, viendo a conejitos saltando, pajaritos cantando y mariposas revoloteando. Quería hacer nuevos amigos, pero no sabía cómo empezar. Se sentía tímida e insegura.

Un día, mientras caminaba por el jardín, vio a un grupo de animalitos jugando a la rayuela.

Se acercó tímidamente y dijo:- ¡Hola! Soy Lana, ¿puedo unirme a ustedes? Los animalitos la miraron sorprendidos al principio, pero luego sonrieron y le dijeron que sí. Así fue como Lana se unió al juego y poco a poco fue sintiéndose más cómoda. Sin embargo, las cosas se complicaron cuando llegó el turno de saltar en una sola pata.

Lana no era muy buena en eso y tropezó varias veces, cayendo al suelo y sintiéndose avergonzada. - No te preocupes, Lana -dijo el conejito-. Todos cometemos errores al principio. Lo importante es seguir intentándolo.

Animada por las palabras del conejito, Lana se levantó y volvió a intentarlo una y otra vez hasta que finalmente lo logró. Los demás animales la aplaudieron y ella sonrió feliz.

Desde ese día, Lana se convirtió en parte del grupo de amigos del jardín. Jugaban juntos, exploraban nuevos rincones del jardín e incluso tenían sus propias aventuras. Poco a poco, Lana fue perdiendo la timidez y ganando confianza en sí misma.

Aprendió que ser valiente no significaba no tener miedo, sino enfrentarlo con coraje. Y así, entre risas y juegos, abrazos y canciones bajo el sol brillante del Jardín de las Amistades, Lana descubrió que hacer amigos era más fácil de lo que pensaba: solo tenía que ser ella misma.

Y esa era la mejor manera de encontrar amistad verdadera.

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