La veterinaria de los gatos



Lupita era una niña muy especial. Desde pequeña, su pasión por los animales, en especial por los gatos, era algo que la caracterizaba. Pasaba horas jugando con ellos, cuidándolos y mimándolos como si fueran parte de su familia.

Un día, mientras paseaba por el parque cerca de su casa, Lupita encontró a un gatito abandonado. Estaba sucio y hambriento, pero ella supo enseguida que tenía que ayudarlo.

Lo tomó en sus brazos y lo llevó a casa. Al llegar, su mamá se sorprendió al ver al nuevo huésped de cuatro patas en casa. Lupita le contó la historia del gatito y le pidió permiso para quedárselo y cuidarlo.

Su mamá, sabiendo lo mucho que amaba a los animales, no pudo resistirse a esa carita tierna y aceptó. Lupita llamó al gatito —"Pelusa"  por su pelaje blanco y esponjoso. Lo bañó, le dio de comer y lo hizo sentir como en casa.

Pelusa se convirtió en su compañero inseparable, siempre jugando a su lado y durmiendo a sus pies todas las noches. Con el tiempo, Lupita decidió que quería ser veterinaria para poder ayudar a más animales como Pelusa.

Estudiaba mucho en la escuela e investigaba todo sobre cómo cuidarlos y curarlos cuando estaban enfermos. Un día, cuando Lupita ya era adolescente, Pelusa enfermó gravemente. Estaba débil y sin ganas de jugar.

Lupita se preocupó muchísimo y decidió llevarlo al veterinario para que lo revisara. "¡Por favor doctora! Tiene que salvarlo", le suplicó Lupita a la veterinaria mientras abrazaba a Pelusa con lágrimas en los ojos.

La veterinaria examinó a Pelusa con cuidado y le explicó a Lupita cuál era el problema. Gracias al diagnóstico oportuno y al tratamiento adecuado, Pelusa logró recuperarse completamente. "¡Gracias doctora! ¡Usted es increíble!", exclamó Lupita emocionada mientras abrazaba feliz a Pelusa.

Desde ese día, Lupita tuvo claro que quería seguir adelante con su sueño de ser veterinaria para poder salvar vidas como lo habían hecho con Pelusa aquel día. Años más tarde, después de estudiar arduamente en la universidad, Lupita finalmente se convirtió en una excelente veterinaria.

Ayudaba a todos los animales que llegaban a su consulta con amor y dedicación.

Pelusa seguía siendo su fiel compañero durante todos esos años e incluso trabajaba junto a ella en la clínica como el "gato terapéutico", alegrando el corazón de todos los pacientes con sus ronroneos reconfortantes. Lupita cumplió su sueño gracias al amor incondicional por los animales y nunca dejó de luchar por aquello en lo que creía: hacer del mundo un lugar mejor para todos los seres vivos.

FIN.

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