La voz de Lisandro
Había una vez un niño llamado Lisandro, que tenía un don muy especial: su voz era tan poderosa y hermosa que podía hacer que las plantas crecieran más rápido y los animales se sintieran felices.
Sin embargo, Lisandro no sabía cómo cuidar y manejar su voz correctamente. Un día, mientras caminaba por el bosque, Lisandro encontró a una pequeña ardilla llorando en lo alto de un árbol. Corrió hacia ella y le preguntó qué le pasaba.
La ardilla explicó entre sollozos que había perdido a su familia y estaba muy triste. Lisandro se compadeció de la ardilla y decidió ayudarla con su increíble voz.
Se puso frente al árbol donde estaba la ardilla y comenzó a cantar una canción llena de alegría. Su voz resonaba en todo el bosque, llenando de vida cada rincón.
De repente, algo mágico ocurrió: los árboles empezaron a moverse al ritmo de la música y las flores comenzaron a bailar al sonido de la melodía. Los animales del bosque salieron de sus escondites para escuchar el maravilloso canto de Lisandro. La ardilla dejó de llorar y sonrió por primera vez desde hacía mucho tiempo.
Agradecida, le dijo a Lisandro que nunca antes había escuchado una voz tan bella como la suya. Lisandro se dio cuenta entonces del poder que tenía su voz para hacer feliz a los demás.
Decidió aprender a controlarla adecuadamente para no asustar o lastimar a nadie con su potencia. Buscó la ayuda de un sabio chamán, quien le enseñó técnicas para cuidar su voz y utilizarla de manera responsable.
Aprendió a respirar correctamente, a calentar su voz antes de cantar y a no forzarla más de lo necesario. Con el tiempo, Lisandro se convirtió en un gran cantante y usaba su don para llevar alegría a todos los lugares que visitaba.
Se presentaba en escuelas, hospitales y plazas, donde la gente disfrutaba de sus canciones llenas de amor y esperanza. Un día, mientras estaba actuando en una plaza llena de niños felices, Lisandro vio a una niña triste sentada en un banco.
Se acercó a ella y le preguntó qué le pasaba. La niña explicó que había perdido su juguete favorito y no podía encontrarlo por ningún lado. Lisandro sonrió amablemente y comenzó a cantar una canción especial para la niña.
Su voz resonó en el aire como un abrazo cálido, llenando el corazón de la pequeña con esperanza e ilusión. De repente, desde detrás del banco apareció el juguete perdido. La niña se emocionó tanto que corrió hacia Lisandro para abrazarlo fuertemente.
Desde aquel día, Lisandro supo que su verdadero propósito era usar su voz para ayudar a los demás y hacerlos felices. Continuó recorriendo el mundo entero llevando música y alegría a todas las personas que encontraba en su camino.
Y así fue como Lisandro aprendió a cuidar y manejar su voz maravillosa, convirtiéndose en un ejemplo inspirador para todos los niños que soñaban con hacer del mundo un lugar mejor con sus talentos únicos.
FIN.