Las Aventuras de Iker y Mariana



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Iker. A sus 7 años, su mayor aventura era pasar tiempo con su tía Mariana, una joven de 25 años que siempre estaba dispuesta a hacerle pasar momentos inolvidables. Mariana era como un rayo de sol: su cabello rizado y corto brillaba en cualquier lugar donde estuviera, y su risa era contagiosa.

Una tarde, Iker se acercó a Mariana mientras ella estaba preparando unas galletas en la cocina.

"¡Tía Mariana! ¿Vamos a jugar al parque hoy?" preguntó Iker con emoción.

"¡Claro que sí, Iker! Pero antes, te voy a enseñar a hacer las galletas. ¿Te parece?" respondió Mariana sonriendo.

Iker no pudo resistirse a la idea. Juntos, comenzaron a mezclar ingredientes. La cocina se llenó de risas y harina. Al final, las galletas resultaron un poco desastrosas.

"¡Mirá cómo quedaron!" exclamó Iker, mostrando una galleta muy torcida que apenas tenía forma.

"Son perfectas porque las hicimos con amor", aseguró Mariana, mientras le guiñaba un ojo.

Después de hornear las galletas, Iker y Mariana decidieron que era hora de salir al parque. El sol brillaba y había muchas cosas por hacer. Una vez allí, comenzaron a tomar fotos con filtros divertidos en el celular de Mariana. Iker se reía al ver cómo se le estiraba la cara y cómo se convertía en un pato ridículo en la pantalla.

"¡Mirá, soy un pato gigante!" dijo Iker entre risas.

"¡Y yo soy tu amiga la paloma!" respondió Mariana, haciéndose la tonta.

Sin embargo, mientras se divertían, Iker se dio cuenta de que en el parque había un grupo de niños que no parecían jugar con nadie.

"Tía, ¿podemos ir a jugar con ellos?" preguntó Iker, siguiendo su instinto.

"¡Esa es una gran idea!" dijo Mariana, sorprendida por la amabilidad de su sobrino.

Se acercaron y, para sorpresa de Iker, los niños estuvieron felices de que los invitaran a jugar.

"¡Hola! ¿Querés jugar a las escondidas?" le preguntó un niño de cabello rubio.

"¡Sí! ¡Me encanta eso!" respondió Iker emocionado.

Mariana observó desde un costado, orgullosa de Iker. Durante el juego, las risas resplandecían, y en muy poco tiempo, todos se hicieron amigos. Al final del día, después de tantas risas y aventuras, Iker se acercó a Mariana.

"Tía, yo pensé que solo veníamos al parque a jugar nosotros, pero fue más divertido porque hicimos nuevos amigos."

"A veces, compartir con otros puede ser la mejor parte de la diversión. Siempre recuerda que hay muchas maneras de hacer felices a los demás", le dijo Mariana con una sonrisa.

Iker asintió, y en ese momento, comprendió que la verdadera aventura no solo estaba en jugar y divertirse, sino en compartir y hacer felices a quienes lo rodeaban.

Al regresar a casa, Iker y Mariana comieron las galletas y contaron historias de su día. Mariana prometió que seguirían haciendo más aventuras juntos, siempre explorando, jugando y compartiendo.

"Siempre estaré para vos, Iker. Nunca olvides que juntos podemos hacer del mundo un lugar más divertido", concluyó Mariana con ternura.

Iker sonrió, sintiéndose afortunado de tener a alguien como Mariana en su vida. Sin importar cuántas aventuras vivieran, sabía que siempre tendrían tiempo para jugar, aprender y crear recuerdos juntos.

FIN.

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