Las Decoraciones Mágicas de Rocío
Era una vez en un pequeño pueblo llamado Colores, donde vivía una niña llamada Rocío. A Rocío le encantaba crear decoraciones para cada ocasión especial. Su casa estaba llena de globos brillantes, guirnaldas coloridas y hasta piñatas que hacía con sus propias manos. Cada vez que había un cumpleaños, una fiesta de Acción de Gracias, Navidad o Pascua, Rocío deslumbraba a todos con sus creaciones.
Un día, mientras Rocío estaba creando una hermosa guirnalda de hojas doradas para la próxima fiesta de acción de gracias, su hermana menor, Lola, entró corriendo al taller.
"¡Rocío, Rocío! No puedo esperar la fiesta de acción de gracias. ¡Va a ser la mejor de todas!" - exclamó Lola, sus ojos brillando de emoción.
"¡Claro que sí! Estoy haciendo algo especial para la mesa. ¿Quieres ayudarme?" - le respondió Rocío, sonriendo.
Ambas, llenas de entusiasmo, comenzaron a trabajar juntas. Rocío le mostraba a Lola cómo hacer flores de papel y cómo juntar hojas de colores. Mientras adornaban, se dieron cuenta de que muchas familias del pueblo no tenían los recursos para celebrar esas fiestas.
"¿Y si hacemos algo diferente este año?" - sugirió Lola.
"¿A qué te referís?" - preguntó Rocío, intrigada.
"Podríamos hacer decoraciones para las casas que no pueden comprarlas y sorprender a las familias. ¡Así todos podrán disfrutar!" - dijo Lola.
Rocío pensó en la idea y se iluminó. "¡Es una idea maravillosa! Haremos decoraciones para todo el pueblo. Hay que empezar ya."
Las hermanas comenzaron a reunir materiales que podían encontrar: papeles de colores, cartones, y todo lo que pudiera ser reciclado. Involucraron a sus amigos, y pronto todos estaban trabajando juntos. El pueblo se llenó de risas y colores mientras decoraban cada rincón.
Llegó el día de la fiesta. Al principio, algunas familias estaban confundidas al ver las decoraciones que iluminaban sus casas.
"¿Quién habrá hecho esto?" - preguntó un vecino, mirando las luces brillantes en su puerta.
"No lo sé, pero es hermoso. Me hace sentir feliz" - respondió otro.
La fiesta fue un éxito rotundo. Todos compartieron la comida y las risas, y los niños correteaban por el pueblo, maravillados con el ambiente festivo. Rocío y Lola estaban felices, viendo cuán agradecidos estaban todos por las decoraciones.
Pero algo inesperado ocurrió. Una mamá del pueblo, que solía agazaparse en su casa por no tener con qué celebrar, decidió salir. Se acercó a Rocío y Lola y les dijo:
"Gracias, chicas. Ustedes han traído la alegría de vuelta a nuestra casa. Sin ustedes, no hubiera podido compartir esta fiesta con mis hijos."
Rocío y Lola se miraron con complicidad. Decidieron que esa no podría ser solo una acción de gracias, sino que tenían que seguir creando decoraciones para cada ocasión. Así, comenzaron a hacer decoraciones para Navidad, Pascua y cada cumpleaños en el pueblo.
Cada vez, más y más personas se unían a su causa, hasta que en poco tiempo, el pueblo de Colores se convirtió en el lugar más festivo del mundo, con decoraciones hechas con amor y solidaridad.
"¡Mirá todo lo que hemos logrado!" - decía Rocío mirando su ciudad.
"A veces lo que parece un pequeño gesto puede cambiar todo. La alegría se comparte y se multiplica" - respondió Lola, con una sonrisa grande en su rostro.
Y así, Rocío y Lola demostraron que no solo es hermoso decorar, sino que lo más importante es recordar que la verdadera magia de cualquier celebración está en la unión y la solidaridad entre las personas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.