Las emociones de la escuela



Era un día soleado en la escuela Primaria Los Arbolitos y tres amigos, Lucas, Sofía y Tomás, estaban ansiosos por empezar una nueva jornada. Cada uno de ellos también traía consigo un puñado de emociones que ni ellos mismos sabían cómo manejar.

Lucas, un chico de cabello rizado y ojos curiosos, se sentía nervioso. Este sería su primer día en la clase de ciencias, donde los alumnos tendrían que hacer una presentación sobre sus experimentos favoritos. Sofía, con su sonrisa brillante y una gran pasión por el arte, estaba emocionada, pero también un poco insegura porque el chico que le gustaba iba a estar en su clase de arte. Mientras tanto, Tomás, un amante de los juegos de video, estaba decidido a divertirse, aunque le preocupaba que no lo dejaran participar en el juego de fútbol que habían organizado durante el recreo.

"¿Estás nervioso, Lucas?" - preguntó Sofía, al notar que su amigo jugaba con su mochila.

"Sí, un poco. No quiero meter la pata en la presentación. Todos van a estar mirando. ¿Y si no les gusta mi experimento?" - respondió Lucas, bajando la mirada.

"Tranquilo, yo sé que vas a brillar. Todos están allí para aprender y a nadie le importa tanto si te equivocas" - le animó Sofía, dándole un ligero empujón en la espalda.

Cuando llegó el momento de la presentación de Lucas, sus piernas temblaban un poquito, pero cuando comenzó a hablar, pronto se sintió más tranquilo. Contó sobre su experimento con plantas y cómo podían crecer en diferentes condiciones. Al finalizar, los aplausos sonaron y su nerviosismo se desvaneció.

"¡Lo hiciste genial!" - exclamó Tomás cuando Lucas regresó a su asiento.

"Sí, gracias. ¡Me siento aliviado!" - respondió Lucas, sonriendo de oreja a oreja.

En la clase de arte, Sofía decidió dejar de lado su inseguridad y concentrarse en su trabajo. Empezó a dibujar a sus amigos mientras se imaginaba en diferentes aventuras. Sin embargo, cuando vio a Tomás hablando con el chico que le gustaba, la ansiedad la invadió.

"¿Y si no le agrado?" - murmuró para sí misma.

"¿Sofía, qué te pasa? Estás más pálida que de costumbre" - le preguntó su amiga Valentina, que se había sentado a su lado.

"No sé. Estoy un poco nerviosa por mostrarle mi dibujo... Y, además, nunca sé qué decirle al chico que me gusta" - confesó Sofía, aún insegura.

"Solo sé tú misma. Si a él no le agradas, no vale la pena hacerte mala sangre por eso" - respondió Valentina, mientras terminaba de recortar una cartulina.

Con un suspiro profundo, Sofía presentó su dibujo en medio de su grupo. Para su sorpresa, todos lo aplaudieron y el chico que le gustaba hasta la felicitó.

"¡Sofía, es espectacular!" - dijo, y la sonrisa se dibujó en su rostro.

"Gracias... me alegra que te guste" - respondió, sintiéndose más segura.

Mientras tanto, Tomás se había dado cuenta de que no lo dejaban jugar al fútbol y se sentía frustrado.

"No es justo. Siempre son los mismos los que juegan y yo quiero participar" - comentó con el rostro lleno de enojo.

"Tal vez deberías hablar con ellos" - le sugirió Lucas.

"Pero, ¿y si me ignoran?" - contestó Tomás.

"Si no lo intentás nunca vas a saber. ¿Qué tal si te unes a un grupo nuevo?" - dijo Sofía.

Tomás decidió que debía ser valiente. Se acercó a un grupo de chicos que estaba formándose y, con un poco de nervios, pidió unirse. Para su sorpresa, lo recibieron con alegría y empezaron a jugar todos juntos.

"¡Mirá! ¡Ya estás jugando!" - gritaron Lucas y Sofía al verlo feliz en el campo de juego.

Al final del día, los tres amigos se reunieron para compartir sus experiencias.

"No puedo creer lo bien que me fue en la presentación" - dijo Lucas todavía emocionado.

"Y yo hablé con el chico que me gusta, ¡fue increíble!" - exclamó Sofía.

"Y yo pude jugar al fútbol por fin!" - agregó Tomás, saltando de alegría.

Se dieron cuenta de que experimentar emociones era parte del crecimiento y de la aventura. Cada uno, a su manera, había enfrentado sus temores y había aprendido a disfrutar de cada momento.

Al salir de la escuela, sintieron que el sol brillaba más fuerte que nunca. Habían enfrentado miedos, descubierto nuevas amistades y, sobre todo, aprendieron a aceptarse y apoyarse entre ellos, sin importar las emociones que experimentaban.

"¡Qué gran día tuvimos!" - celebró Sofía mientras caminaban hacia casa.

"Y aún quedan más días por vivir juntos" - sonrió Lucas.

"Sí, ¡por muchas más aventuras!" - concluyó Tomás, mientras se alejaban todos juntos, listos para afrontar lo que viniera.

A veces, la escuela puede ser un lugar donde todo puede pasar, pero con buenos amigos a tu lado, todo se vuelve más fácil y divertido.

FIN.

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