Las Flipantes Aventuras de un Tío Muy Cuadrado



Era un día soleado en el barrio de La Boca, donde vivía un tipo muy particular llamado Don Cuadrado. Don Cuadrado era un hombre de formas precisas: todo en su vida era cuadrado. Su casa, su jardín y hasta su perro, que se llamaba Cuadri, eran cuadrados. Pero lo más raro de todo era que a Don Cuadrado le gustaba todo así: sin sorpresas ni cambios.

Un día, mientras regaba sus plantas en forma de cubo, Cuadri se escapó persiguiendo una mariposa. "¡Cuadri, volvÉ!"-, gritó Don Cuadrado, pero el perrito ya había cruzado la calle.

Don Cuadrado, preocupado, decidió ir tras él. Caminó por el barrio, buscando a su perro cuadrado, pero al llegar a la esquina se encontró con algo completamente diferente a su rutina: un grupo de niños jugando al fútbol. El balón voló hacia él y le dio en la cara. "¡Ouch, esto no es cuadrado!"-, exclamó.

Los niños, al verlo caer, comenzaron a reírse. "¡Hola, señor Cuadrado! Vení a jugar con nosotros, es re divertido!"-, lo animaron. Don Cuadrado, sintiéndose incómodo y out of place, respondió: "No, gracias. Yo prefiero mi jardín cuadrado y mis plantas alineadas."-

Pero Cuadri, que había encontrado un nuevo amigo entre los niños, empezó a ladrar queriendo jugar. Don Cuadrado, sintiéndose un poco celoso y a la vez curioso, decidió observarlo desde la vereda. Cada vez que Cuadri tocaba la pelota con su nariz, más ganas tenía de unirse al juego.

Sin embargo, su voz seguía manteniéndose firme: "No, no, eso no es para mí..."-

Mientras tanto, el grupito de chicos continuó jugando, y de repente, el balón salió volando directo hacia la ventana de su casa, ¡CRASH! Un ruido ensordecedor se escuchó. "Oh no, mis ventanas cuadradas!"-, expresó angustiado.

Los niños, asustados, se acercaron rápidamente. "Lo sentimos, señor Cuadrado, no fue nuestra intención"-.

En ese momento, Don Cuadrado sintió que su corazón latía fuerte. Sabía que, como siempre, podía enojarse y ser rudo con ellos. Pero algo en su interior le decía que era el momento de cambiar un poco, como su nombre no lo indicaba.

"No hay problema, chicos... Mientras lo arreglamos juntos, ¿qué tal si jugamos un rato?"-

Los ojos de los niños brillaron de alegría. Con la ayuda de los chicos, logró reparar la ventana y, a cambio, se unió a ellos para jugar al fútbol. La verdad es que nunca había corrido tanto.

"Soy re bueno en la defensa, ¡mirá cómo le saco la pelota al pibe de la camiseta azul!"-, se lanzó Don Cuadrado a la pelea con una sonrisa. Todos los chicos lo miraron asombrados. "¡Viva el señor Cuadrado!"- gritaron.

Lo que empezó como un día de angustia, se transformó en una jornada llena de risas y diversión. Al finalizar el día, los chicos se despidieron, prometiendo volver a jugar con él al día siguiente.

Don Cuadrado nunca había sentido algo tan lindo. "Quizás, lo no cuadrado no es tan malo después de todo"-, reflexionó mientras abrazaba a su amigo Cuadri. A partir de entonces, matizar su vida con un poco más de color en la rutina lo hizo más feliz.

No sólo sus días se llenaron de juegos, sino que también su jardín comenzó a florecer con flores de todos los colores. Aprendió a aceptar las sorpresas y se dio cuenta de que, a veces, la verdadera aventura está ahí, justo cuando se sale de lo cuadrado.

FIN.

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