Las Letras Traviesas de Florencia
Florencia era una niña de 9 años que tenía un don muy especial, aunque a veces no lo sentía así. Cada vez que intentaba leer, las letras parecían tener vida propia. Se daban vuelta, se bailaban entre sí, ¡incluso algunas trataban de esconderse! Flor se pasaba horas intentando hacerlas comportarse, pero a menudo esto la llevaba a frustrarse.
Un día, mientras estaba en clase, la seño Belén notó que Flor y su libro de cuentos estaban en conflicto.
"Flor, ¿qué pasa, querida?" - le preguntó con una sonrisa cálida.
"Las letras no quieren quedarse quietas, se mueven y pasan de largo, se cambian de lugar... ¡No sé qué hacer!" - respondió Flor, sintiendo que a veces su mundo estaba lleno de travesuras.
"Respiramos juntas, ¿sí? A veces, las letras necesitan un poco de espacio para moverse. Vamos a intentar visualizarlas, tal vez así se calmen. ¿Qué tal si hacemos un juego con ellas?" - sugirió Belén.
Flor se iluminó ante la idea. Belén, siempre llena de ideas creativas, comenzó a dibujar las letras en la pizarra.
"Vamos a convertirlas en personajes divertidos. ¿Qué tal si la 'B' es un búho muy sabio y la 'A' es una ardilla traviesa?" - propuso.
"¡sí! Y la 'Z' podría ser una cebra divertida que siempre intenta impresionar a sus amigos!" - contestó Flor emocionada.
A partir de ahí, cada vez que Flor leía en voz alta, convertía las letras en personajes con los que podía interactuar. Su voz comenzó a fluir y las letras, aunque seguían siendo traviesas, se volvieron más amables. Se convirtió en una narradora de historias, haciendo que sus compañeros se rieran y disfrutaran.
Un día, su clase decidió organizar un concurso de lectura. Todos querían participar, y Flor también quería intentarlo, aunque sentía un cosquilleo en su pancita.
"Seño, creo que no podré hacerlo... ¿y si las letras se vuelven locas?" - le confesó Flor.
"Flor, recuerda lo que aprendimos. Puedes enfrentarlas. Además, tus amigos estarán ahí para escucharte y animarte" - argumentó Belén.
Con un suspiro profundo, Flor decidió participar. A medida que subía al escenario, vio a sus amigos con pulgares arriba y sonrisas alentadoras. Comenzó a leer, y aunque algunas letras intentaron hacer travesuras, ella las llamó por su nombre.
"¡Hola, letra A, vení aquí!" - dijo Flor, haciendo que todos se rieran. Con su voz clara y su energía, tomó control de la situación.
Cuando terminó, recibió una ovación atronadora de sus compañeros.
"¡Eres increíble, Flor!" - dijo su amigo Lucas.
"Sí, las letras no te vencieron, ¡y tus historias son geniales!" - añadió Sofía.
Esa tarde, después de la clase, Flor estaba contenta.
"Salir a leer ahí fue lo mejor, aunque las letras bailaran un poco" - confesó.
"Esa es la esencia de tus letras, Flor. Esos movimientos solo hacen que tu cuento sea único y especial. Esas letras traviesas son parte de ti" - le dijo Belén abrazándola.
A partir de ese día, las letras traviesas no asustaron más a Florencia. Al contrario, se convirtieron en sus aliadas y cada vez que leía, era como si estuviera contando historias mágicas con sus amigos.
Flor aprendió que con paciencia, creatividad y el apoyo de aquellos que le importaban, podía navegar cualquier desafío que se le presentara. ¡Las letras nunca más le robarían la alegría de contar sus historias!
FIN.