Las Princesas y la Luz Brillante



Había una vez, en un reino encantado, dos princesas muy unidas llamadas Sofía y Valentina. A cada primavera, los jardines del castillo se llenaban de flores de mil colores, y cada noche, desde su habitación, observaban cómo la luna iluminaba el paisaje.

Una noche, mientras contemplaban el cielo estrellado, Sofía gritó emocionada:

- ¡Mirá, Valentina! ¿Ves esa luz brillante que parpadea entre los árboles?

- ¡Sí! ¿Qué será? - respondió Valentina con los ojos muy abiertos.

Intrigadas, decidieron que debían investigar. Se pusieron sus capas, tomaron un farolito y salieron del castillo, adentrándose en el bosque que rodeaba su hogar. Cada paso que daban, la luz parecía acercarse un poco más.

Caminaron un buen rato hasta que llegaron a un claro. Allí, frente a ellas, brillaba una pequeña luciérnaga que danzaba en el aire. Pero no era una luciérnaga cualquiera; tenía colores vibrantes como un arcoíris.

- ¡Hola, queridas princesas! - saludó la luciérnaga con una voz suave.

- ¡Habla! - exclamó Valentina, asombrada.

- Sí, soy Lúmina, la guardiana de los sueños. Hoy, ustedes han despertado mi luz con su curiosidad.

Sofía, emocionada, preguntó:

- ¿Por qué brillas tanto, Lúmina?

- Porque traigo sueños a los corazones de los que tienen fe en la imaginación. Y esta noche, tengo un regalo especial para ustedes - respondió la luciérnaga. - Pueden pedir un deseo, pero recuerden que debe ser algo que no solo les beneficie a ustedes, sino también a los demás.

Las princesas miraron el brillo de Lúmina, pensando en lo que querían pedir.

- Quiero que todos los niños del pueblo tengan acceso a libros y puedan aprender cosas nuevas - dijo Sofía, recordando a sus amigos que no podían estudiar.

- ¡Yo quiero que el jardín del pueblo tenga flores y árboles hermosos para que todos puedan jugar allí! - agregó Valentina, imaginando a los niños riendo y jugando.

- ¡Que hermosos deseos! - dijo Lúmina, iluminándose aún más. - De acuerdo, así se hará.

Con un aleteo de su luz, Lúmina giró en el aire y de repente, ¡puf! Un brillo de colores envolvió a las princesas.

- ¡Ya está hecho! El espíritu del conocimiento y la alegría ahora está en el pueblo. ¡Feliz primavera, princesas! - exclamó mientras desaparecía en la penumbra.

Al día siguiente, las noticias corrieron rápidamente. En el pueblo, los adultos se unieron para construir una pequeña biblioteca y un parque lleno de flores, gracias al deseo de las princesas. Los niños no podían creerlo. Todos estaban alegres, y las princesas, desde su castillo, miraban cómo su reino florecía de nuevas formas.

Sofía y Valentina decidieron visitar el pueblo. Al llegar, se encontraron con una multitud de niños riendo y jugando entre flores coloridas.

- ¡Mirá lo que hicimos! - dijo Valentina emocionada.

- Sí, y todo gracias a nuestra curiosidad y a Lúmina, la luciérnaga mágica - respondió Sofía.

Desde ese día, cada primavera, las princesas y los niños del pueblo celebraban juntos con un festival de sueños, recordando siempre la noche en que siguieron la brillante luz y aprendieron que los deseos que se hacen con amor y generosidad pueden iluminar el mundo.

Así, el reino se convirtió en un lugar lleno de risas, libros y flores, donde la imaginación y la amistad florecían cada día. Y Sofía y Valentina aprendieron que cada pequeño deseo, si es compartido, puede hacer del mundo un lugar mejor.

FIN.

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