Las voces encantadas



Había una vez un castillo mágico escondido en lo más profundo del bosque.

Este no era un castillo común y corriente, ¡era el castillo mágico de las vocales! En este maravilloso lugar vivían cinco hermanas muy especiales: A, E, I, O y U. Cada una tenía su propia personalidad y habilidades únicas. Un día, las hermanas vocales estaban jugando en el jardín del castillo cuando escucharon un ruido extraño proveniente del interior.

Se acercaron rápidamente para investigar y descubrieron a una pequeña niña llamada Ana llorando desconsoladamente. "¿Qué te pasa, Ana?" preguntó la vocal A con ternura. Ana sollozando respondió: "¡He perdido mi voz! No puedo hablar". Las hermanas vocales se miraron entre sí preocupadas.

Sabían que debían ayudar a Ana a encontrar su voz perdida. Entonces decidieron emprender una aventura por todas las tierras encantadas para buscar pistas sobre lo ocurrido.

El primer lugar al que llegaron fue el Valle de las Palabras Mudas. Allí encontraron a un viejo sabio conocido como Don Diccionario, quien les dijo que había visto a la malvada bruja Silenciosa merodeando por los alrededores.

Las hermanas vocales siguieron sus consejos y se dirigieron al Bosque de los Verbos Conjugados, donde encontraron al verbo Hablarito atrapado en una telaraña gigante tejida por la bruja Silenciosa. "Ayúdenme", gritó Hablarito desesperado. La vocal O, que era muy valiente, se acercó y cortó la telaraña con su espada mágica.

Hablarito agradecido les contó que Silenciosa había robado la voz de Ana porque estaba celosa de su hermosa voz cantando. Decididas a recuperar la voz de Ana, las hermanas vocales siguieron el rastro de Silenciosa hasta llegar al Pantano del Olvido.

Allí encontraron a Silenciosa jugando con un frasco mágico que contenía todas las voces robadas. "¡Devuélvele la voz a Ana!" gritó E enojada. Silenciosa soltó una risa malvada y dijo: "Jamás les devolveré nada".

Fue entonces cuando I tuvo una idea brillante. Con su increíble poder para imaginar e inventar palabras nuevas, creó un conjuro para neutralizar los hechizos de Silenciosa.

Las hermanas vocales lanzaron el conjuro y en un instante todas las voces fueron liberadas del frasco mágico. Ana recuperó su voz y comenzó a hablar emocionada. "¡Gracias por ayudarme! ¡Nunca olvidaré lo que han hecho por mí!", exclamó Ana con alegría. Las hermanas vocales sonrieron satisfechas sabiendo que habían cumplido su misión.

Juntas regresaron al castillo mágico donde celebraron con una gran fiesta llena de música y alegría. Desde aquel día, Ana visitaba regularmente el castillo para jugar con las hermanas vocales y aprender sobre las maravillas del lenguaje.

Y así, gracias a la valentía y habilidades de las vocales, Ana encontró su voz y aprendió el poder que tienen las palabras para expresarse y comunicarse con los demás.

Y colorín colorado, este cuento del castillo mágico de las vocales ha terminado. ¡Hasta la próxima!

FIN.

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