Literatura, un camino que conduce a la libertad
En un pequeño pueblo donde las casas eran de colores y las calles estaban llenas de risas, vivían dos amigos inseparables: Lucas y Sofía. Lucas era un niño curioso, siempre con preguntas y con un brillo especial en sus ojos, mientras que Sofía era una niña soñadora que pasaba horas leyendo cuentos y aventuras en su rincón favorito del jardín.
Un día, mientras jugaban en la plaza del pueblo, Lucas se detuvo frente a un viejo árbol.
"Sofía, ¿te has dado cuenta de que este árbol tiene unas marcas extrañas en su tronco?"
"Sí, parecen letras. Tal vez alguien ha escrito algo importante aquí. Vamos a ver qué dice", respondió Sofía emocionada.
Al aproximarse, se dieron cuenta de que las letras formaban palabras incompletas, como un misterio por resolver. Sin pensarlo dos veces, comenzaron a jugar a completar las frases. Cada día, después de la escuela, dedicaban un rato a imaginar historias sobre lo que podría haber dicho el árbol. Un par de semanas después, cerca de la raíz, encontraron un libro viejo y polvoriento.
"¡Mirá! Un libro", exclamó Lucas, mientras lo limpiaba.
"¿Qué tendrá adentro?" preguntó Sofía con ansias.
Abrieron el libro y descubrieron que estaba lleno de cuentos de lugares lejanos, héroes valientes y criaturas mágicas. Mientras leían, sus ojos se iluminaban y su imaginación volaba.
"Esto es increíble, Sofía. ¡Podemos ser lo que queramos!" dijo Lucas.
"Sí, cada historia nos lleva a un diferente mundo. ¡Es como viajar sin movernos!" dijo Sofía, emocionada.
Así, los días pasaron y los amigos se sumergieron en la literatura, aprendiendo de sus personajes y sus aventuras. Con cada cuento, se sentían más libres, como si el mundo que los rodeaba se expandiera.
Un día, encontraron un cuento que hablaba de un dragón que había sido atrapado en una montaña y anhelaba ser libre.
"¿No sería genial ayudar a ese dragón?" propuso Lucas.
"¿Y cómo lo hacemos?" respondió Sofía, intrigada.
Decidieron crear su propia aventura. Juntos, escribieron un cuento donde ellos se convertían en los héroes que liberarían al dragón. Con cada palabra, sentían que el poder de la literatura les daba alas, permitiéndoles soñar y crear su propio destino.
Un día, decidieron leer su historia en la escuela, frente a sus compañeros.
"Ahora los invito a embarcarse en esta aventura con nosotros", dijo Lucas, nervioso pero decidido.
"Sí, todos pueden ser parte de esto. La literatura nos conecta y nos hace libres", agregó Sofía, con una sonrisa.
Al terminar de narrar su cuento, los aplausos resonaron en el aula.
"¡Los admiro, chicos! ¡Quiero escribir una historia también!" dijo un compañero.
"¡Sí! La literatura es un camino lleno de posibilidades", gritó otra niña.
Los amigos sintieron una gran satisfacción, comprendiendo que habían inspirado a otros a unirse a su aventura literaria.
"¿Te das cuenta, Sofía? Un simple árbol nos llevó a tantas historias y a tantas personas“, dijo Lucas.
"Claro, Lucas. Y cada historia es un pasaporte a la libertad, una oportunidad para soñar más allá de lo que vemos."
Desde aquel día, el árbol no sólo fue su refugio, sino un símbolo de la magia de los cuentos que los llevó a comprender que la literatura puede transformar la vida de todos, dándoles alas para volar hacia sus sueños. Y así, con cada página que leían y escribían, Lucas y Sofía se sintieron un poco más libres, y descubrieron que la literatura siempre los acompañaría en su recorrido hacia la libertad.
FIN.